Hace unos 175 años que Jorge Borrow recorría España para vender ejemplares de la Biblia mientras escribía sus impresiones del país, tan certeras que son útiles para analizar por qué el PSOE triunfaría en unas nuevas elecciones en Andalucía, a pesar de su tremenda estafa de los ERE.
De celebrarse ahora, los socialistas ganarían con el 36,05 por ciento de los votos, 7,07 puntos más que el 28,98 del PP, según el último Estudio General de Opinión Pública de Andalucía (Egopa), hecho este verano.
Borrow retrataba un pueblo andaluz que se refugiaba en la jarana para olvidar el hambre, que detestaba a los poderosos y que admiraba a los bandidos generosos que robaban a los ricos para repartir el botín con los pobres.
Mientras Mariano Rajoy debe dar cuentas con argumentos
precarios sobre su responsabilidad en los latrocinios del extesorero Luis
Bárcenas, unos cincuenta millones de euros, el pueblo andaluz apoya más que a
los populares, que ni siquiera tuvieron oportunidad alguna de esquilmarlo, a
los socialistas y sindicalistas que le robaron entre 600 y 1.200 millones de
euros.
Borrow, como los románticos extranjeros del XIX que visitaban España, crearon los tópicos que se mantienen aún hoy sobre este país de baile, fiesta, toros, vino, jamón y múltiples variedades de chorizos, como las butifarras mediterráneas, los ahumados norteños, los olorosos ibéricos.
Hoy añadirían los de cualquier traje masculino o femenino, que hay embutidos de todo sexo y tripa de envoltorio o embutido.
Aunque se trate de huir de los tópicos sobre algunos pueblos, es inevitable repetirlos: el andaluz sigue detestando a quienes cree que son ricos, los del PP, y amando a los bandidos generosos, aunque estos ya no repartan nada y se lo queden todo, mientras sus votantes los aplauden arrobados.
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Cada comunidad tiene el gobierno que se merece (al menos en los sitios en los que puede votarlo), y no hay mejores ejemplos que Andalucía y Cataluña. Robados durante decenios por sus propios dirigentes, enterados sin lugar a dudas del hecho y contentos y satisfechos de ello. Y la red clientelar y subsidiada no basta para explicarlo totalmente. Es que se lo pide el cuerpo; está en su naturaleza, como en la historia del escorpión.
Publicado por: Espectador | viernes, 02 agosto 2013 en 18:00