Hace
unos días opositaron para cubrir 350 plazas de maestros de infantil y primaria
de la Comunidad de Madrid 11.600 pedagogos llegados de toda España: muchos mostraron
estar menos preparados que los niños de diez años de hace dos generaciones.
Recibieron
un cuestionario de treinta preguntas tan difíciles como escribir la capital de Polonia,
la época de Colón, a qué tiempo verbal pertenece “conozca” o qué significan en
un texto dado palabras como feúcha o persignarse.
Algunos
candidatos salieron indignados porque, habiendo sido interinos, por primera vez
su experiencia valía menos que los conocimientos académicos, que ahora son el
80 por ciento de la nota, prácticamente lo contrario de las convocatorias anteriores.
“No se
nos puede someter a un “trivial”, como a los niños”, se indignaba un pedagogo por
esas preguntas tan innecesarias.
“¿Para qué necesito saber la capital de Polonia si enseño el método para que se aprenda?”, protestó una opositora, de esas que desprecian a los maestros porque enseñan lo que saben.
Los pedagogos como ella dicen enseñar a aprender lo que ellos no saben, que es lo que está de moda y por lo que unos zoquetes fabrican a más generaciones de zoquetes.
Los
sindicatos pedían firmas contra estos exámenes. Si estos opositores que
protestaban hubieran sido alumnos de Don Robus, maestro de este cronista, no les
habría permitido presentarse al ingreso en bachillerato cuando se hacía a los
diez años.
Consiguieron
7.000 rúbricas. Deberían divulgarse sus nombres para que los padres sepan a
quiénes deben rechazar como enseñantes de sus hijos.
Pedían
también firmas contra los profesores auxiliares nativos de inglés, contratados
por la Comunidad para que los niños aprendan las pronunciaciones correctas.
La patosidad
española ante el inglés se debe en parte a que los sindicatos boicotean el buen
aprendizaje presionando para que no se convaliden los títulos de profesores
británicos o estadounidenses.
Un crimen contra las nuevas generaciones cometido por la endogamia de quienes escribieron: Ungria, capital, Copenagüe.
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Los periodistas, en cambio, son reconocidos a nivel mundial por sus profundos conocimientos y su escrupulosa deontología, fruto de una larga,dura y consistente formación académica y de las implacables oposiciones a las que deben someterse para el ejercicio de su profesión.
Publicado por: Caninos do Pico | viernes, 19 julio 2013 en 17:19