Mientras la mayoría de los españoles no confesemos pública o privadamente cada ocasión en la que hemos sido corruptos, este país tiene difícil salida por mucho que se exija justicia y cárcel para los grandes defraudadores.
Admitamos que quienes acaparan noticias por sus comisiones ilegales, cuentas en Suiza o en las Islas del Canal, del PP, CiU, o del PSOE, empezaron cometiendo solamente pequeñas irregularidades.
Conforme escalaban rangos incrementaban su codicia hasta hacerla irrefrenable: el poder político sublima el económico y social, y facilita la corruptibilidad.
También pasa con la gente común: una famosa periodista y novelista que insulta a las madres de los militantes del PP confesó que había enriquecido su biblioteca robando en las librerías.
Vive de escribir, afortunadamente, porque de haber entrado en política habría desvalijado el país, aunque, seguidora de Nepote, colocó a personas cercanas, algunas incompetentes, en distintas empresas.
Casi todo español actúa así porque aprende desde niño que la caridad empieza por uno mismo, que lo que yo no robo lo roba otro y, en último extremo, que todo pecado es perdonable confesándoselo al sacerdote.
La pícara cultura popular enseñaba desde hace muchos siglos que la confesión salva de los males terrenales e infernales. Mejor aún, añadiendo el diezmo y alguna limosna.
Robas, te confiesas, haces propósito de enmienda, unos rezos, y hasta la próxima absolución tras otro desfalco.
Todo es flexible, perdonable: los crímenes de ETA, las estafas, el kamikaze que mata a la gente en la carretera.
El Gobierno, heredero del poder de confesión de los sacerdotes, y de emperadores y reyes, sigue aplicando los indultos con potestad divina a políticos, ladrones y homicidas.
Así, este país no tiene solución. Por eso odia a Merkel, rígida luterana centroeuropea, que rehúsa perdonar los pecadillos del pícaro Sur.
En este mapa, que alguien ha documentado y elaborado, está la rediografía de la política de este país de corruptos, empezando por nosotros mismos. Pinche, amplíe, y dele gracias al admirable Google, que también evade impuestos cuando puede. Pero no aparece en el mapa ni en las expliccaciones laterales.
------
Muy oportuno su artículo: la casta política tiene toda la legitimidad moral para robar y arruinar a todos los españoles ajenos a sus círculos de poder, porque si éstos fuesen también políticos harían lo mismo.
Deberían usted y personajes como la sra Edurne montar una Fundación en defensa de los políticos españoles. Ya les adelanto que les iría muy bien.
Además añado que hubo un tiempo en que los periodistas y todas las personas interesadas, en general, debían desenmascarar el lenguaje pólítico para informarse o conocer la realidad. Hoy en día, si alguien aspira a enterarse de algo, es aun más imprescindible desenmascarar continuamente el lenguaje periodístico.
Publicado por: noespaisparadecentes | martes, 22 enero 2013 en 14:42