Guernica Magazine, la elitista revista cultural nacida en EE.UU. como homenaje a la pintura de Picasso, acaba de diseccionar dos aspectos de los embargos de viviendas en España que suelen olvidarse: su relación con el franquismo, y con la aparición de una clase media de propietarios, pequeñoburgueses de mínima formación cultural.
Es una pena que este bisemanario esté solamente en inglés porque en él se leen análisis de excelentes periodistas, escritores, ensayistas y críticos de todo el mundo a los que rara vez se tiene acceso en español.
El último número de Guernica presenta un artículo estrella titulado Art Under Austerity, Arte bajo la austeridad, escrito por la crítica de arte y periodista Lorna Scott Fox, respetada en el mundo cultural internacional, y también en España, donde residió más de una década.
La autora desmenuza en un ensayo la evolución de la burbuja inmobiliaria española, que contagió a un inculto mundo político que se creyó culturizarcomo cualquier nuevo rico ordenando obras faraónicas para albergar arte o grandes servicios.
Todas las CC.AA. quisieron tener sus Guggenhein, y sus dirigentes, además, sus comisiones por la ejecución de obras modelo Palau de la Música de Barcelona.
Cuenta que todo empezó con Franco, cuando decidió que España fuera un país “de propietarios, no de proletarios”, para lo que facilitó la compra de viviendas que crearon una clase media-baja antirrevolucionaria, de pensamiento burgués y mal escolarizada: el comunismo ya no tuvo nada que hacer.
En 1970 el sesenta por ciento de las viviendas eran propiedad de sus moradores, mientras que en la Europa democrática era mayoritario el alquiler.
Esa tendencia, seguida del crecimiento económico posterior que hizo de España la octava potencia económica mundial, de entonces, no de ahora, aceleró la fiebre constructora e hipotecaria.
Que abarcó monumentales obras promovidas por políticos de escasa escolarización o cultura, igual que esa clase media-baja aburguesada, compradora de viviendas ahora embargadas, según diagnostica Scott Fox.
Vamos, que se demuestra lo acertado de la frase de Franco de que todo quedaba atado y bien atado en un país de horteras, y cuanto más nacionalistas, más horteras aún.
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"Es una pena que este bisemanario esté solamente en inglés..."
Volvamos la frase del revés, Sr. Molares. Lo que es una pena es que la inmensa mayoría de los españoles no sepan inglés. España no se devoraría a sí misma en chascarrillos y tertulias provincianas si sus aborígenes supieran hablar y leer en inglés. El español lo hablan 300 millones de personas, pero sus contenidos son poco más que una provincia pintoresca en el mundo de la información y de las ideas.
Publicado por: Ricky Mango | sábado, 17 noviembre 2012 en 16:47