Tras la concesión del premio Nobel de la Paz a la Unión Europea, UE, aparecieron en España más opiniones en contra que a su favor por no saber cómo responder a la crisis económica actual.
Olvidan que es el gran pilar del bienestar y de la paz de una Europa que se mataba en guerras, la última concluida hace 67 años, la II Mundial, con sesenta millones de muertos.
Se puede criticar la misma existencia del premio, que concede desde 1901 el Comité Noruego de los Nobel, y que llegó a tener como candidato a Adolf Hitler a propuesta de un diputado socialista sueco, o que se le otorgó a Barack Obama por promesas, no por hechos.
Pero los españoles deberían recordar lo fundamental que fue para sus libertades y progreso una Comunidad que comenzó en 1951 con la idea de que el comercio sin fronteras del carbón y del acero uniría intereses para evitar nuevas confrontaciones entre los seis países iniciales, que hasta 1945 se mataban regularmente desde hacía muchos siglos.
A su lado estaban EE.UU. y la Gran Bretaña, y enfrente la URSS y sus satélites, y España, separada de aquellas naciones democráticas por una dictadura que pretendía sin éxito integrarse entre las naciones lprósperas, creadoras de la sociedad del bienestar, y dirigidas por cristianodemócratas y socialdemócratas.
La UE obligó al franquismo a suavizarse, facilitó luego la democratización y la caída del comunismo; integró y enriqueció luego a numerosos países, también a España, y si ahora atraviesa una crisis, en todo caso es temporal: ha salido adelante en situaciones peores.
El problema sería que perdiera su internacionalismo, unionismo, cosmopolitismo, y que volviera a los nacionalismos que renacen vigorosos, arrogantes y separatistas dentro de distintos países, incluido España.
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Cierto es que Europa disfruta de su mayor período de paz en toda su historia conjunta; pero, ¿porqué este año? ¿Quizá porque antes se lo dieron a un pollo que prometía mucho y resulta que no ha hecho nada? ¿Por puritita envidia? ¿O es que no hay nadie más a quién dárselo? Pues mira, opino que podían habérselo dado, a título póstumo, a Osvaldo Payá, o a título casi póstumo a la encarcelada Marta Beatriz Roque. Pero eso sería meterle el dedo en el ojo a alguien, cosa que los "correctísimos" nórdicos no hacen, claro. Pienso que el momento habría sido 1990, al caer el Muro de Berlín.
Poco de fiar que es este premio, y este año parece más un compromiso que de costumbre. ¿O acaso es como un Oscar a la carrera artística?
Publicado por: jam, bcn | jueves, 18 octubre 2012 en 18:51