Los obispos españoles acaban de apelar a su autoridad moral para recordarle a Artur Mas que Cataluña no podría entenderse sin en resto de España, y que la división del país generará más pobreza y dolor.
La Conferencia Episcopal Española (CEE) se ha puesto unionista y en un documento sobre la crisis económica expresa su “inquietud ante la desintegración unilateral de la unidad de España”.
Cuatro obispos catalanes de la Comisión Permanente de la CEE se abstuvieron de apoyar la declaración, y al día siguiente la catalanista Conferencia Episcopal Tarraconense emitió otra que defiende la “legitimidad moral” del independentismo.
Es decir, la Iglesia catalana apoya el separatismo y se aleja sin rubor de la definición de catolicismo, del griego καθολικός (katholikós), que significa universal, característica que siguel fielmente los musulmanes que están repoblando el País Vasco y Cataluña al aplicar la Umma, la comunidad de creyentes.
Ese abandono de la universalidad, característica fundamental del cristianismo, quizás sea una de las causas de que los católicos españoles desdeñen sus otros mandamientos.
Desprecio mayor aún en territorios de elevado nacionalismo, antes ejemplos de religiosidad y vocación misionera.
El cultivo del separatismo, incluso la protección del terrorismo separatista que se dio en conventos, iglesias y catedrales vascas, resultó como la leyenda del escorpión que aparentemente se envenena a sí mismo al aguijonearse mientras agoniza.
Cuando la separatista Liga Norte italiana obtuvo un éxito electoral en 1996 con el mismo mensaje neofascista que el PNV y CiU, “el Sur nos explota”, el Papa Juan Pablo II condenó desde una visión cristiana el egoísmo e insolidaridad de los ricos con los pobres.
En aquellos años, igual que hoy, los obispos catalanes y vascos mantuvieron su mensaje de nacionalismo pancista y anti universal, y ahora poca gente en los templos casi vacíos escucha a los obispos, que llegan tarde y contradiciéndose con sus Conferencias regionales.
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A la Iglesia, como a casi todo en la vida, no hay que tomarla nunca en serio. Su inercia e instinto de supervivencia siempre la lleva a bascularse del lado de la violencia más preclara de su entorno, del lado que se muestra más fuerte y contundente, lo mismo sea la ETA que Franco.
En fin, que el príncipe del mundo seguirá siendo Satán, al menos mientras los mass mierda sigan siendo el opio del pueblo.
Publicado por: noespaisparadecentes | lunes, 08 octubre 2012 en 15:19