En tiempos mitológicos los héroes morían jóvenes: Aquiles, Ayante, Héctor, envidiados por los dioses. Los guerreros y los soldados no llegaban a los treinta años, y en tiempos actuales, sin guerras ni plagas apocalípticas, vivimos casi dos décadas más que cuando se estableció la jubilación a los 65 años.
En uno de los momentos más conmovedores de la historia del cine el replicante Roy Batty, que tanto había luchado para alargar la vida de los Nexus-6, predeterminada por la Tyrell Corporation, salva a su verdugo, su Blade Runner, y tan joven y poderoso se encoge, libera una paloma que sostenía en una mano, y acepta, resignado, que es “Time to die”, tiempo de morir.
Ahora, el Fondo Monetario Internacional, el FMI, le dice a los mayores “Time to die” en un análisis preparado para su próxima cumbre semestral en México.
Reclama que se recorten las pensiones y “otras prestaciones” (¿médicas?), y que se retrase la edad de jubilación ante "el riesgo de que la gente viva más de lo esperado".
Los calentólogos afirman que asesinamos el planeta, los ecologistas que la contaminación nos mata, pero hasta en las sociedades y países más pobres la gente vive mucho más que hace dos o tres décadas.
La mejora en la producción alimentaria y los avances científicos están haciéndonos émulos de Matusalem, que vivió hasta los 969 años, según Génesis.
Padecemos un peligroso “riesgo de longevidad” dice el FMI. El mundo tendrá muchos ancianos y pocos niños, incluso en los países con elevadas tasas de natalidad.
Y el Fondo, que valora los presupuestos de los países y sus transacciones económicas con la fría mentalidad inhumana de la Tyrell Corporation, fabricante de replicantes, espera que los mayores acepten resignados, con la voz rota de Roy Batty, que es “Time to die”.
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Creer en Dios no es demasiado peligroso, porque si uno se muere y resulta que el Cielo no existe, nunca llegará a saber que ha hecho el canelo. Pero creer en el Estado es más grave, porque el Estado puede incumplir sus promesas cuando le da la gana, y el llanto y crujir de dientes termina siendo literal. Esta crisis debería ser, ante todo, una crisis del Estado frente al individuo. Con todo, pese a las tropelías que aquél perpetra impunemente contra el indefensio ciudadano, la Banca sigue siendo el malo favorito de todo el mundo. ¿Es más difícil cambiar el modelo de Estado que el modelo financiero? Si Dios existe, espero que en el Cielo haya debates sobre esta cuestión, porque aquí en la Tierra el tema "ni se plantea".
Publicado por: Ricky Mango | domingo, 15 abril 2012 en 17:22