La primavera árabe es tributaria de la invasión de Irak porque detesta a los tiranos y trata de democratizar los países árabes.
Pero los modelos son distintos: el primero fue la guerra, el otro el de las revueltas populares que pueden traer también violencia, como vemos en Egipto.
Arriada estos días la bandera estadounidense que llegó el 20 de marzo de 2003 para derribar a Saddam Hussein, los 31 millones de habitantes de Irak no han alcanzado la democracia que pretendían imponerle numerosos países occidentales, entre ellos España, y siguen matándose encarnizadamente entre ellos.
El domingo, día 18, hubo seis asesinatos político/religiosos que elevaron a 215 los producidos desde el 1 de diciembre.
Desde la entrada de estadounidenses y británicos han perdido la vida entre 104.122 y 113.770 civiles según la investigación diaria de la oenegé más respetada, “Iraq Body Count”.
Aunque el republicano estadounidense George Bush y el socialdemócrata británico Tony Blair afirmaban que Hussein tenía armas de destrucción masiva, en realidad creían llegado el momento de democratizar el mundo árabe-musulmán.
Creían sus asesores, que habían sido todos trotskistas en su juventud, que con la invasión se produciría una revolución permanente y contagiosa: bajo la idea del “Gran Oriente Medio”, y tras la caída del tirano Saddam, los demás países irían infectándose democráticamente.
Pero no fue así. Irak, con el 60-65 por ciento de musulmanes chiítas y el 32-37 sunitas, se enzarzó en una guerra sectaria, con Al-Qaeda como facción radical sunita.
Vayamos ahora a las revoluciones primaverales promovidas por no se sabe qué teoría político-económica, y que derrocaron tiranos para implantar democracias: vuelven a imponerse los partidos religiosos sobre el racionalismo o el posible laicismo y liberalismo.
En el mundo islámico Alá siempre gana aunque los extrotskos no quieren creérselo.
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El análisis no es correcto.
La invasión de Iraq no fue una guerra. De hecho murió más gente tras el fin de la ocupación (acciones militares) que por la acción de insurgentes.
No fue una invasión para lograr la paz en iraq (ya había paz) y tampoco para lograr la democracia (tampoco la hay ahora.) Fue una guerra petrolera. Para el control de los recursos de iraq que estaban a punto de pasar a manos de empresas francesas y alemanas. La guerra tampoco sirvió para bajar el precio del petróleo (otra de las escusas) Antes de la ocupación el precio del barril de petróleo era de menos de 25 dólares barril. Hoy supera los 100 dólares barril.
La relación entre la ocupación de iraq y las aspiraciones democráticas del mundo musulmán son desconocidas. Recordemos que todos los países musulmanes son aliados de EE.UU. sus dictaduras digo.
Publicado por: Luisa Marina | lunes, 19 diciembre 2011 en 16:50