Estamos asistiendo al suicidio del PSOE con dos facciones acuchillándose mutuamente al culparse del desastre electoral y de las catástrofes laboral, económica y moral que sufre España tras casi ocho años de Zapatero.
Una situación que recuerda el enfrentamiento de dos facciones socialistas en Suresnes, Francia, en 1974, una de exiliados de la guerra civil dirigidos por Rodolfo Llopis, y otra llegada de España con un hipnotizante Felipe González.
Ahora el PSOE carece alguien tan apabullante como él, o incluso de una cáscara vacía como Zapatero, capaz de atraer y entusiasmar a los desmoralizados militantes. Carece de cabezas brillantes, y también de ideología: nadie sabe como adaptar la vieja socialdemocracia en este mundo cambiante y poroso cuyo centro está entre China y EE.UU., en el Pacífico. Capitalismo salvaje bajo régimen comunista y capitalismo puro.
Todos los contendientes actuales fueron ministros y ayudantes de Zapatero, colaboraron con él y lo hisopaban como fanáticos adoradores.
Se enfrentan por el liderazgo en manifiestos públicos los seguidores de Alfredo Pérez Rubalcaba, y otra auxiliar de Zapatero que ahora lo rechaza, Carme Chacón, dirigida por su ambicioso asesor de márquetin y marido, Miguel Barroso.
Chacón no pertenece al PSOE, sino a su asociado el PSC, Partido de los Socialistas de Cataluya, cuyo nacimiento fue un error histórico de González al entregarle el socialismo españolista de Cataluña al egoísmo socialnacionalista maragalliano.
Aunque Chacón grite ¡Viva España! difícil será que los socialistas no catalanes y los electores apoyen a una lideresa cuyo partido elaboró el insolidario Estatuto Maragall-Zapaterista y gobernó con los secesionistas de ERC en el tripartito desde el que calificaban de parásitos al resto de los españoles.
Se matan los socialistas, y las Pajín, Moratinos y otras lumbreras se van con Chacón, mientras los subsecretarios del desastre marchan con Rubalcaba, el único socialista capaz de terminar la agonía.
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Lo que tendría que hacer el PSC es presentarse por solitario. Están incómodos y hablan raro. Son nacionalistas.
En cuanto a los navajazos, se intuía. Era de prever, si te pegas un leñazo considerable en las autonómicas, a siete meses vista de unas elecciones, lo lógico, lo fundamental, es que rectifiques aunque sólo sea por corregir las apariencias. Pero no, lejos de hacer una lectura crítica, siguieron con las mismas proclamas y ofreciéndose como solución. Como si fuesen recién llegados. Mostrando poco respeto incluso para su electorado.
Publicado por: atroma | lunes, 26 diciembre 2011 en 13:09