Fidel Castro le advirtió al presidente venezolano, según declaró este: “Chávez, ten cuidado, porque tú te le tiras a la gente encima, cuidado, esta gente ha desarrollado tecnología, cuidado con lo que comes, con lo que te dan a comer, cuidado con una, qué se yo, una pequeña aguja y te inyectan no sé qué”.
Así que Hugo Chávez cree que los estadounidenses le inocularon su cáncer, y que hicieron igual con la presidenta argentina, Cristina Fernández, la brasileña Dilma Rousseff y su antecesor Lula da Silva, y el presidente paraguayo, Fernando Lugo.
Los cánceres provocados y contagiados por los estadounidenses, puestos así, son creíbles para mentes estrechas o enfermas: el mismo Fidel debería ser el primer muerto por esa enfermedad, y no con los métodos groseros con los que intentaron ejecutarlo en varias ocasiones.
Como él, estarían muriendo innumerables jefes de Estado enemigos de Washington, el primero, el iraní Mahmud Ahmadinejad.
Sugerir la culpabilidad estadounidense demuestra que los países pueden estar en manos de insensatos que no piensan que el cáncer es un mal común, y que muchas veces es el propio enfermo fue quien lo crea o acelera.
Tabaco y desmesura en los hábitos de vida y alimentarios, quizás las mil maneras con las que algunas mujeres quieren parecer neumáticas, y no sólo con bótox, pueden atraer la enfermedad, al margen de que la propia naturaleza tiene áreas especialmente delicadas y en las que es más común el mal, como el cáncer de mama.
Que un jefe de Estado como Chávez culpe a otros de los males que nosotros mismos atraemos es irresponsable y homicida, porque en lugar de recomendar un cambio de hábitos estimula a todo un pueblo para que siga practicando los malos.
Teoría Chávez: el tabaco no mata, sino Obama, ese santo varón que fue para la progresía universal.
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¿Cómo estará ahora el habano?