Usted ha visto en televisión el espectáculo de los norcoreanos llorando públicamente, mesándose los cabellos, golpeándose con la cabeza contra las piedras para demostrar su dolor por la muerte del “querido líder”, “gran dirigente”, “luz de la patria” “salvador del pueblo” y mil títulos más, Kim Jong-il.
Funciones parecidas habían protagonizado los habitantes de ese aterrorizado, pobre y hambriento pueblo hace casi 18 años cuando murió Kim Il-sung, fundador de esta surrealista, terrorífica y hereditaria dictadura que ahora queda en manos del nieto, el treintañero Kim Il-un.
Los intérpretes de esas coreografías populares mejores que las de la Semana Santa sevillana creen que así expresan dolor, pero quienes conocemos espectáculos similares –el cronista vivió la conmoción postmortem de Mao Zedong—sabemos que sólo es teatro.
En realidad, quien no actúe ni compita en histerismo será enviado a campos de concentración, y rápidamente convertido en huesos y piel, morirá extenuado.
Deberemos observar a los cubanos cuando muera Fidel. Si es mortal, claro, que ya se duda. Habrá muestras de histeria masiva, aunque los figurantes sepan que el comunismo y sus vampiros desaparecerán enseguida.
Tras ese "hecho biológico", como dicen por allí, los funcionarios y policías fidelistas que aterrorizan a la población desde hace ahora 53 años, 17 más que el franquismo, se presentarán como demócratas irredentos, anticomunistas conjurados, luchadores infatigables por la libertad.
Recuérdese lo ocurrido en España entre el 20 y el 23 de noviembre de 1975, evóquense aquellas inacabables colas de ciudadanos de todas las edades presentándole sus respetos al Caudillo.
Poco después, todos eran heroicos antifranquistas. Muchos policías de la Social le pedían comprensión y discreción a los opositores a los que habían perseguido.
Ahora, ellos y sus hijos y nietos progresís le llaman fascistas a aquellos antifranquistas por denunciar el expolio de muchos izquierdistas a las instituciones y la democracia.
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Todo lo contrario de un dictador
Mi amigo Jaime Rocha, historidor, oficial de la Armada Española y diplomático ha escrito un corto texto sobre alguien que murió casi al mismo tiempo que el sátrapa coreano, Vaclav Havel, héroe de la resistencia anticomunista checoslovaca y el primer presidente de Chequia.
Pinche aquí y lea el obituario sobre el héroe con el que Jaime mantuvo una buena relación.
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Cuando Murió Mao (molares lo sabe a la perfección) se hizo el paripé y a continuación se dio de lado a los palmeros. Los que estaban más cerca (como fue su miserable mujer) fueron apartados del poder y purgados.
Lo mismo ocurrió con el franquismo. Lo que estaban más cerca fueron dejados de lado. Simplemente nadie sabía quienes eran.
Todo el mundo sabe, debería saber, por mucho poder que se tengas siempre se puede perder. El poder es muy volatil.
Publicado por: Mario Ana | viernes, 23 diciembre 2011 en 18:41