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lunes, 01 agosto 2011

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Emocionado por un post de Juan Cruz en El País sobre este asunto, que subrayaba la falta de tolerancia (de los fachas de siempre, supongo, ya que no lo leí para no emocianarme en exceso), le dejé en su blog esta pequeña iconoclastia, muy respetuosa con el hilo del debate:

"¿Y qué tal un retrado, en los lomos de todos los autobuses españoles, de Jesús de Polanco desnudo y con la pompa hacia arriba con un crucifijo clavado en el culo, mientras muy sonriente y con babas sanguinolentas llega al orgasmo leyendo La Gaceta de Intereconomía?"

Cuál no sería mi sorpresa al comprobar que al día siguiente había desaparecido mi comentario (ninguna, claro). Uno ha acabado por conocer a esta gente como si la hubiera parido.
Pero el placer que proporciona las largas y angustiosas horas (¿también toda la noche y la mañana del día siguiente?) del dueño del blog en las que no se decidió a borrarlo no me lo quita nadie.
En fin, todo el mundo sabe que si no se tiene vocación de mártir no conviene despreciar los placeres ínfimos, que a veces son más importantes de lo que parecen para el óptimo funcionamiento del organismo.

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