Tenemos otro debate sobre la iconoclastia, esta vez por una fotografía del actor Asier Etxeandia desnudo en un camerino, con una estampita de un Cristo crucificado de Velázquez sobre el falo.
La instantánea formaba parte de una exposición en el Teatro Romano de Mérida titulada “Camerinos”, con medio centenar de fotografías tomadas por Sergio Parra de actores y actrices españoles preparándose para actuar.
Enseguida le llegaron a las directoras del Festival de Mérida, Blanca Portillo y Chusa Martín, centenares de correos electrónicos pidiendo que retiraran esa única fotografía.
Ambas dimitieron tras acceder a la petición, presionadas además por la Junta extremeña del PP, que acaba de derrotar al PSOE y tomar posesión gracias a la abstención de IU.
Ahora, IU acusa al PP de censor. Volvemos a los viejos enfrentamientos de izquierda y derecha, en la seguridad de que si la figura fuera de Mahoma IU acusaría al fotógrafo de xenófobo y racista, y cerraría amedrentada toda la exposición.
Ya en 2003 otro fotógrafo, José Antonio Moreno Montoya, subvencionado por la Junta socialista extremeña, publicó un libro con las principales figuras cristianas practicando incesto y copulando con animales.
Algo después, en la Universidad de Granada, y subvencionado por la Junta socialista andaluza, Fernando Bedoya expuso iguales personajes como prostitutas, camellos de drogas y practicando sexo homosexual.
Ante estos casos puede argüirse que la iconoclastia es una provocación necesaria: sin desafiar lo mitológico y lo sagrado seguiríamos en la Prehistoria. O matando herejes como la Inquisición. O a infieles y a muchos que lo parecen como hace aún hoy el islam cuando alguien publica una caricatura del fundador.
La reacción mayoritaria ante esa fotografía de Etxeandía sería diferente si los promotores de la muestra fueran privados y no organismos oficiales de una región con nueve de cada diez habitantes católicos.
La iconoclastia facilita el progreso, pero debe pagarse solamente con patrimonio privado y ajeno al noventa por ciento de la población, la inmensa mayoría, que rechaza el sentido artístico de lo iconoclasta.
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Algunas iconoclastias de SALAS con retratos y situaciones realistas.
Emocionado por un post de Juan Cruz en El País sobre este asunto, que subrayaba la falta de tolerancia (de los fachas de siempre, supongo, ya que no lo leí para no emocianarme en exceso), le dejé en su blog esta pequeña iconoclastia, muy respetuosa con el hilo del debate:
"¿Y qué tal un retrado, en los lomos de todos los autobuses españoles, de Jesús de Polanco desnudo y con la pompa hacia arriba con un crucifijo clavado en el culo, mientras muy sonriente y con babas sanguinolentas llega al orgasmo leyendo La Gaceta de Intereconomía?"
Cuál no sería mi sorpresa al comprobar que al día siguiente había desaparecido mi comentario (ninguna, claro). Uno ha acabado por conocer a esta gente como si la hubiera parido.
Pero el placer que proporciona las largas y angustiosas horas (¿también toda la noche y la mañana del día siguiente?) del dueño del blog en las que no se decidió a borrarlo no me lo quita nadie.
En fin, todo el mundo sabe que si no se tiene vocación de mártir no conviene despreciar los placeres ínfimos, que a veces son más importantes de lo que parecen para el óptimo funcionamiento del organismo.
Publicado por: no es país para decentes | lunes, 01 agosto 2011 en 13:28