En los últimos cuatro partidos Barcelona-Real Madrid o viceversa, jugados por mercenarios del fútbol, han provocado más ira entre muchos españoles que los enfrentamientos entre los que serían sus ejércitos enemigos.
Porque ambos equipos están formados por jugadores de todo origen que si pudieran se irían al rival que pagara mejor.
Tras sus fuerzas de choque están los patriotas, esas aficiones que sienten como si pertenecieran a dos países fronterizos y enemigos.
Y en el fragor de su guerra olvidan que buena parte de unos y otros están entre los cinco millones de parados: sin pan, pero con circo.
El caso Barcelona-Madrid es el más mediático, pero no deben olvidarse las guerras civiles locales Sevilla-Betis, Athletlic-Real Sociedad o Depor-Celta, entre otras.
Aunque en los casos del equipo de la capital de la Comunidad madrileña y de España, y el del de la Comunidad catalana, hay más belicosidad política e ideológica que la simple entre ciudades rivales: hay dos visiones contrapuestas de sus áreas de influencia social, regional y nacional.
Estamos ante lo que en Cataluña aparece como ejército catalanista y en Madrid como ejército español. De ahí el abuso de banderas identificativas, en Madrid usurpando la nacional, y en Barcelona usando la autonómica con mensaje soberanista.
El conflicto se entiende si vemos al Madrid como al gobierno español de la CEDA, en 1934, y al Barcelona como a los soberanistas de Lluís Companys, creador del Estado Catalán en la República Federal Española en 1934, fusilado por Franco en 1940.
Buena parte de los seguidores madridistas desea mantener la autoridad central deportiva, que es política en el subconsciente colectivo, y los del Barça quieren humillar a la odiada capital, quizás a toda España, porque creyéndolas innecesarias, rigen su destino.
Hay quien, como Albert Boadella, se duele por la situación y cree que es parte de ese "Adiós, Cataluña", sobre el que escribió.
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SALAS interpretó así un discurso reciente de nuestro Ungido
Más que llamar mercenarios del balón sería más ajustado decir: obreros del balón. Muchos de ellos cobran un sueldo poco más que modesto y además saben que será solo durante unos años. Sus clubes están en bancarrota desde hace años y solo se mantienen por la inexplicable pasividad del ministerio de hacienda. Si fuese un particular hace años que los partidos se jugarían en descampados y se emitirían por televisiones de barrio. Ese sería el patrimonio de esas "deportivas" instituciones
Publicado por: Flautista | jueves, 05 mayo 2011 en 16:51