Ahora sabemos que la denostada prisión de Guantánamo fue vital para descubrir dónde se ocultaba Bin Laden y para matarlo, acto por el que casi todo el mundo, Zapatero el primero, felicitó a Obama.
Nada de derechos procesales. Obama aplicó el fusilamiento sumarísimo, rechazado con gran indignación por Hamas, organización terrorista que domina a los palestinos en Gaza a latigazos y tiros.
Y en España también enfureció a Gaspar Llamazares, que parecía su gemelo menos barbado, por lo que la CIA usó su imagen para poner al día la del escurridizo asesino.
Obama tendrá que agradecerle a George Bush haber abierto la prisión en ese trozo de Cuba: el encarcelamiento y los interrogatorios allí, que legalmente no podían hacerse en EE.UU. y que incluyen la asfixia temporal bajo el agua –“waterboarding”, han facilitado retazos de confesiones.
Algunas, sin aparente valor, pero que sumadas daban tenues pistas, y otras extraídas con el líquido: a lo largo de una década se construyó así la red de datos que llevaron al mayor genocida contemporáneo.
En EE.UU. hay una serie de televisión llamada “Numbers” cuya tesis es que todo multiasesino sigue unas claves numéricas que pueden desentrañar los matemáticos con ordenadores.
Algo así ocurrió con los hilvanes que permitieron crear un mapa que llevó a la casa-búnker del terrorista.
En su campaña electoral Obama prometió cerrar la prisión por ilegal. Pero la mantiene abierta. El poder cambia las ideas: Zapatero juró no apoyar crímenes de estado, y ya ve usted.
Por Guantánamo pasaron unos 800 prisioneros desde 2001, cuando comenzaron a capturarlos en Afganistán, donde Bin-Laden dirigió el 11S.
La mayoría fueron liberados –uno de ellos es un líder de las revueltas libias--, y ahora quedan allí poco más de 150.
La prisión permenece abierta porque es útil. Y Obama empleó su mejor opción antiterrorista y electoral ordenando matar a Bin-Laden alegal pero también utilitariamente.
Ahora, a por sus herederos. Para los estadounidenses es una prueba de que su Nobel de la Paz, de cuyo origen dudaban, empieza a merecer serlo.
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SALAS se acuerda del enterrador, porque lo habrán necesitado, ¿no?
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Como habrá leído de haber pinchado su nombre, George Chaya es un notable analista del mundo árabe en su relación consigo mismo y con la religión mayoritaria, el islam, y con el resto del mundo, especialmente con Israel. De familia libanesa, es escuchado con atención en círculos políticos y académicos en el medio Oriente, América y Europa.
El cronista recomienda que se lea uno de sus útlimos análisis titulado ¿Doctrina Obama para el mundo árabe? en el que, a pesar de haber matado a Bin Laden, labor que trasciende a uno u otro presidente, muestra las peligrosas incongruencias y contradicciones del actual líder estadounidense.
Gran parte de la opinión pública occidental cree que los cambios en el mundo islámico los impulsa él, cuando en realidad se está mostrando débil con los fuertes y fuerte con los débiles, y ha traicionado en Líbano e Irán, por ejemplo, a las verdaderas fuerzas democráticas, apoyando indirectamente al islamismo más extremista.
La lectura de este artículo de Chaya enseñará mucho sobre ese mundo del que hay muy pocos expertos, algunos claramente proislamistas que ocultan así su nazismo.
Yo no debo de ser `humano´ o `civilizado´, Don Manuel. Pues soy de los que me alegro cuando muere, o matan, a un asesino. Y, ademas, me parece muy bien lo de la tortura contra esta gente para conseguir informacion que pueda salvar vidas o acabar con alguno de ellos. Que le voy a hacer, no tengo la `superioridad moral´, o el `corazon´,de otros. He tenido que asumirlo y vivir con ello. Desde luego, no soy un santo.
Siempre me ha gustado lo de: "cada palo que aguante su vela" y "dar a cada uno lo que merece".
Publicado por: esceptico | viernes, 06 mayo 2011 en 14:49