Muchos hombres apacibles, bondadosos, que nunca ofendieron a una mujer, denuncian que España está gobernada por maltratadoras que le robarán sus hijos a cualquier padre tras una denuncia quizás falsa de su pareja por malos tratos, anulando la presunción de inocencia, base de la justicia democrática.
Son concesiones legislativas al feminismo más radical, que considera maltrato incluso una discusión familiar si la mujer presenta una denuncia.
Y hay infinidad de casos en los que se acepta solamente la palabra de ella, cuando acusa para librarse de él y quedarse con los bienes comunes.
El maltrato es tan manejable que las feministas radicales imputaron públicamente por “violencia de género” a Zapatero cuando eliminó el Ministerio de Igualdad.
Obsérvese que muchas juezas, que saben que una mujer puede ser tan maltratadora al menos sicológica como el hombre, rechazan frecuentemente las denuncias, cosa que los jueces varones hacen raramente para no ser acusados, precisamente, de maltratadores.
El feminismo radical es además alocado e inculto, y está cambiando la sociedad según sus pasiones más primarias: la ministra Pajín anunció su nueva vuelta de tuerca contra los hombres pronunciando “cónyugues”, ignorando que cónyuge es con ge fuerte, como la jota.
Quien regula nuestras vidas y salud, debió superar malamente el bachillerato.
Este año llevamos 64 muertes de mujeres. Veinticuatro son extranjeras, de culturas violentas. Cuarenta son españolas. Menos de una por millón de habitantes, una de las tasas menores del mundo.
Las mujeres también matan: 28 hombres, y algunos niños, hijos de ellas.
Muchos hombres se suicidan tras quedarse sin hijos y sin bienes. Esta primavera lo hizo uno tirándose por una ventana ante el juez que le quitó, quizás injustamente, sus hijos.
Una ley antiviolencia tan extremista podría asesinar a más mujeres que las que salva: los procesos injustos crean tanta desolación en los hombres- víctimas que alguno enloquecerá y en lugar de suicidarse podría perpetrar cualquier crimen.
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A veces parece que Armando Salas y yo tenemos los cerebros conectados, aunque el suyo es más genial, como se ve en este dibujo que le envió a sus amigos:
Ustedes dos son geniales, D. Manuel, y cuando pone usted un dibujo de Salas en su artículo el producto es sensacional.
Como mujer y universitaria no puedo estar más que de acuerdo con ustedes. Es estupenda Pajín corrigiéndose para decir "cónlluge".
Publicado por: Anna Castelló | domingo, 28 noviembre 2010 en 12:28