Zapatero había prometido que elaboraría una ley de libertad religiosa para que todas las creencias tuvieran iguales derechos, pero estos días renunció a tramitarla, coincidiendo con la afirmación del Papa de en España se practica un laicismo agresivo.
Enseguida los medios gubernamentales acusaron al Papa provocar ese repliegue, y el mismo Zapatero dijo con tono mitinero ante su parroquia la obviedad de que el Papa no hace las leyes españolas. Como tampoco él las cristianas, aunque lo intenta denodadamente.
La causa de esa retirada es otra y muy ajena al Papa: la exigencia de los 57 países de la Conferencia Islámica en la ONU de que se reconozca como delito la blasfemia y la difamación de las religiones, figuras penales que los musulmanes quieren introducir en la legislación española.
En el mundo judeocristiano la blasfemia y la crítica de las religiones son habituales desde la Ilustración, aunque en los países como España esas libertades sólo se consiguieron como consecuencia del concilio Vaticano II, concluido en 1965.
La Ley Fraga de libertad religiosa clausuró el nacionalcatolicismo en 1967 y dio libertad a otras religiones, aunque la iglesia Católica continuó gozando de ventajas sobre las demás creencias.
Ahora, y en nuestra cultura, los humoristas más iconoclastas se ensañan con las religiones, con sus figuras sagradas y con sus religiosos, incluyendo el Papa.
Los más sarcásticos son los judíos, como el último genio, Shalom Auslander, educado como ultraortodoxo, para el que, aún temiendo su venganza, “Dios es un capullo”, como escribe en “Lamentaciones de un prepucio” (Blackie Books).
La irreverencia certifica nuestras libertades. En nuestra sociedad la blasfemia es solamente una expresión de mal gusto, no delito merecedor de cárcel o muerte, aunque haya fanáticos que las pidan.
Los musulmanes han pretendido introducir subrepticiamente en la ley española la Sharia, lla ey islámica. Querían castigar a quien dijera cosas como “Mecago en…”.
Como son socios comerciales y compran armas españolas, Zapatero ha preferido evadirse. Y como sale gratis, acusa al Papa de presionar para elaborar o retirar leyes.
En los tiempos que corren, y contra las libertades, no hay que mirar a Roma, sino a La Meca.
Es curioso que la mayoría del laicismo sea a la vez anticatólico y proislamista. Supongo que ninguno de sus defensores vive en Arabia Saudita. Por otra parte no todos los judíos son tan estúpidamente laicistas como Shalom Auslander.
Ver vídeo de David Hatchwell, vicepresidente de la Comunidad Judía de Madrid: http://www.youtube.com/watch?v=IqI_-o6lLRs
Un saludo.
Juan Julio Alfaya
Publicado por: Juan Julio Alfaya | lunes, 15 noviembre 2010 en 16:28