Próximamente, cuando caiga el comunismo en Cuba, veremos morir a mucha gente de enfermedades leves por todo su país.
Sólo los ricos recibirán la atención adecuada, como ocurre ahora con los jerifaltes y militantes del régimen.
Sólo los ricos recibirán la atención adecuada, como ocurre ahora con los jerifaltes y militantes del régimen.
Porque por mucho que engañen la propaganda fidelista y las estadísticas manipuladas de la ONU, muchos cubanos mueren anónimamente de males triviales.
Lo saben bien quienes han estado en cualquier centro médico de la isla donde no hay los medicamentos más elementales, ni siquiera algodón o gasas.
Lo saben bien quienes han estado en cualquier centro médico de la isla donde no hay los medicamentos más elementales, ni siquiera algodón o gasas.
Igual que ocurría en la China maoísta, cuando desaparecían por hambre y enfermedades decenas de millones de campesinos, mientras la ONU negaba la sangría tanto como las autoridades comunistas.
Las comisiones de la ONU destacaban la magnífica sanidad socialista gracias a aquella creación maoísta de los “Médicos de pies descalzos”, curanderos analfabetos que presentaban como grandes profesionales.
En Cuba se ocultan las muertes masivas por mala atención médica, por falta de medios y por incompetencia: los Castro producen casi tantos médicos como Mao pies descalzos.
En la China actual la medicina socialista se ha convertido en el método de explotación de los enfermos más inhumano.
Los profesionales realmente titulados, que nunca conocieron el juramento hipocrático, sino la deshumanización ideológica del marxismo-leninismo y del materialismo dialéctico, han descubierto el materialismo capitalista sin pasar por el humanismo o por la tan occidental piedad judeocristiana.
Ahora, o entregas muchos yuanes, o mueres en una esquina. La corrupción de los laboratorios y de los médicos es absoluta. Se opera a la gente innecesariamente porque se va a cobrar en dinero negro por cada intervención.
Es el hundimiento moral y espiritual, al que ha llevado el comunismo, y en Cuba, donde el fidelismo agoniza, ocurrirá –ya está ocurriendo—exactamente igual.
Yo conocí de primera mano la sanidad cubana, en 1987. Tras una intoxicación de ciguatera. Antes de la caída del muro. La atención médica, excelente, los medios, tercermundistas: no conocían las gerinquillas desechables, en pleno auge del sida. Coincidimos en la intoxicación con un grupo de médicos del Hospital La Paz, simplemente estaban horrorizados.
Publicado por: Carlos J. Muñoz de Morales | sábado, 21 agosto 2010 en 16:23