Siete años después de abandonar el Gobierno sin presentarse a la reelección, José María Aznar sigue siendo el personaje de derechas más odiado por las izquierdas, a juzgar por los denuestos que le lanzan a su paso.
Si Melilla es una ciudad ta española como Burgos, Aznar estaba en su derecho de visitarla, como hizo para darse un baño de masas que enceló al Gobierno. Y ya había estado allí dos veces durante su mandato, pese a negarlo José Blanco.
Ocurre que Aznar es tan duro como blando Zapatero. Uno se lanzó fieramente contra ETA, dialogó sin ceder, y otro le hizo concesiones que no fructificaron porque los terroristas exigían más, y para mostrar su talante propició el chivatazo del Faisán.
En diciembre de 2001, mientras se calentaba el contencioso marroquí-hispano que llevaría al conflicto de Perejil de julio de 2002, Zapatero visitaba a Mohamed VI como jefe de la oposición en un viaje condenado por el gobiarno Aznar “para mediar entre los dos países”. Nunca se supo de qué hablaron, realmente.
Lo paradójico es que lo último que había azuzado el conflicto había sido la celebración en octubre de 2001 de un referéndum en 200 municipios andaluces a favor de la independencia del Sahara, con apoyo del PSOE de Cháves-Zapatero.
Ya en el poder, Z. le entregó los saharauis a Marruecos a cambio de no hostigar a Ceuta y Melilla y contener la inmigración del África negra, entre otros favores mutuos desconocidos.
La inacción española en Melilla y la retirada de las mujeres policías fronterizas por exigencia machista marroquí, hacen pensar que para Z. la españolidad del territorio y el feminismo son conceptos discutidos y discutibles: como la nación que quiso hacer confederal inconstitucionalmente en Cataluña.
Para Z. “el planeta es del viento”, como dijo en Copenhague, mientras su antecesor, nacionalista español, rechaza la idea, lo que le suscita muchos odios y libra de ellos al astuto Rajoy
Si Rajoy cree que Aznar le beneficia porque "distrae" el odio de la izquierda, se equivoca. Le hace más daño a la derecha el desprecio de la izquierda que el odio. De hecho el odio es muy difícil de manejar y se vuelve con facilidad contra ellos porque es auténtico y, por tanto, repulsivo para los que no lo comparten. El gobierno ha montado mucha bronca con el viaje a Melilla pero a la vez no ha podido tapar algo obvio pero imprescindible de tener fuera de foco, que el viaje ha sido a territorio español. De esa manera han quedado como histéricos cobardones y rencorosos.
Publicado por: Pauli | viernes, 20 agosto 2010 en 18:49