Tenemos claro que buena parte de los políticos españoles de izquierdas, derechas y nacionalistas provienen de relevantes familias franquistas, pero rara vez observamos que de todas aquellas castas los pocos alejados del poder son, seguramente, los descendientes del propio Franco.
Que actualmente se dedican, sobre todo, a asuntos que suelen llevarlos esposados al juzgado, y al cotilleo televisivo
Quizás les iría mejor dedicarse a la política, como hacen en el PP, PSOE, CiU, PNV, BNG o ERC muchos hijos y nietos de quienes sirvieron al dictador.
Ay si levantaran cabeza el Generalísimo y su señora, Doña Carmen Polo, a la que el régimen presentaba como ejemplo de las virtudes tradicionales de la mujer española: la modestia, la dulzura, la delicadeza y, sobre todo, la religiosidad.
Franco y esposa creían que la prole de su única hija, casada con un aristócrata cirujano cardíaco, iba a fundar una familia que con sus buenas costumbres y exquisita educación iluminaría a las nuevas generaciones de españoles.
Esperaban transmitirle un carácter recio y morigerado, lo que unido a la nobleza y valía científica del marqués, daría ejemplo de talento y productividad.
Pero el yerno, aceptable cirujano según sus colegas, era un vividor, simpático caradura que casó a su hija mayor, Carmen, con Alfonso de Borbón. Querían usurparle la corona a su primo, el actual Rey de España.
Carmen, fracasada aspirante a reina, es hoy un personaje fundamental dentro de esos programas de televisión de cotilleos conducidos por reinonas que sumergen las cámaras, previo pago, en las camas de personas descocadas como ella.
Sic transit gloria mundi: Franco tiene que observar la caída de su familia, precisamente, desde el Valle de los Caídos; lugar que, visto así, no se entiende por qué quiere cerrarlo el gobierno de Zapatero.
Doña Carmen, la collares, doña urraca, podía ser muchas cosas menos ejemplo de nada. La sobervia la perdió a los pocos años de establecido el régimen. Obsesionada ella y su familia con enriquecerse y robar todo cuanto pudiesen. Hoy la obsesión es aferrarse a ese pasado que ellos llaman glorioso. Franco salvó a España... de su pasado quizá.
No aprendimos nada de los franco, nada sabían nada podían enseñar. Hoy nuestros políticos están apegados al clan. Deseosos de agradar al líder siguen sin entender para quien trabajan. Como bien decía alguno: yo estoy en política para ganar dinero.
Publicado por: Policiman | viernes, 06 agosto 2010 en 15:16