Los toros no son la fiesta nacional. Incluso son menos fiesta nacional que el fútbol, que es inglés, o que el botellón, cuyos participantes llenarían muchas veces todas las plazas españolas los fines de semana.
Los toros no son la fiesta nacional como tampoco lo son las procesiones de Semana Santa, ni las tertulias que el historiador Gabriel Jackson recuerda ahora en EE.UU. como lo más característico de España tras dos décadas viviendo aquí.
Los toros son solamente una parte más de la cultura popular española, como las procesiones, las tertulias, la mezcla de amabilidad y mala educación, el flamenco, la tortilla, la paella, las tapas, la guitarra, las gaitas o las tamborradas.
La barretina, una variedad de montera como las que hay por toda España, es tan española como el sombrero cordobés, aunque no le guste ni a los secesionistas catalanes ni a quienes creen que un español debe identificarse con ese fieltro señoritil.
Uno de aquellos intelectuales, académicos y poetas que fundaron la Falange, Eugenio Montes, creó el término “españolear”, que es exhibir como montera mundo adelante los tópicos españoles: patriotería de poetas que, metidos en política, se vuelven cursis y totalitarios.
Aunque Montes era orensano y llegó a escribir en gallego, fue el gran propagandista del “alma española” de mantilla, misal y espada, tan detestada por quienes no comparten la obligación de amar el toreo ni, obviamente, al Caudillo.
Aunque ese sustrato cultural que multiplicaron Montes y demás intelectuales del régimen venía de antiguo, del casticismo, tantas veces reaccionario.
Pero prohibir por ley todo españoleo, como se ha hecho con los toros en Cataluña, que estaban muriéndose lentamente, es el signo más característico y peligroso del casticismo más españolero: la proscripción y persecución del pecado y de las malas costumbres
Es cierto que para acabar con los toros, con las corridas tal cual las conocemos basta con cerrar el grifo de la subvención. Pero no es menos cierto que seguirá habiendo nostálgicos. Gentes que seguirán arraigados en ese pasado. Como a día de hoy sigue habiendo veladas de boxeo. Con o sin subvención.
La fiesta nacional no es algo popular. Eso son los encierros en plazas portátiles o improvisadas. La verbena de pueblo no es elitista. Eso es la ópera.
La estilización de la fiesta es lo que la hace cruel y hortera.
Los valores hispánicos de la raza son los usos políticos y diferenciadores que se hacen de las señas de identidad.
Publicado por: oleole | lunes, 02 agosto 2010 en 18:17