Casi 35 minutos de aplausos culminaron el Simón Boccanegra de Verdi que interpretó Plácido Domingo en el Teatro Real de Madrid, esta vez como barítono, y poco tiempo después de ser intervenido de cáncer de colon.
Domingo tomó el manto rojo de Boccanegra y, como si fuera una capa, dio unos pases toreros entre el entusiasmo del público del Real y de millares de espectadores que llenaban la Plaza de Oriente para seguir la obra desde pantallas gigantes.
Pocas horas antes, y apelando a la lucha contra la crueldad con los animales, el Parlamento catalán prohibía en todo su territorio las corridas de toros, aunque la región seguirá con sus enloquecedores y crueles “Correbous”, y su reclamo turístico de “toros, flamenco, paella y sangría”.
Para muchos que como el cronista son incapaces de apreciar el espectáculo de los toros y verlos ensangrentados, fue pasmosa la reacción de los sensibles, románticos y llorosos seguidores del melodrama de Boccanegra, versión de Verdi de una obra del taurófilo García Gutiérrez.
Allí estallaban las dos almas opuestas del alma humana. Como ocurre en las pinturas de Goya, o de Picasso, también en su “Guernica”. O en los Bécquer, Borges, Hemingway, Cocteau, Aseiev, Lorca en “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”.
Y en todos los Nobel españoles de Literarura: Aleixandre, Benavente, Echegaray, Cela, incluso Juan Ramón Jiménez en “Platero y yo”, si, el de aquel burrito “pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos”.
Adolf Hitler, que adoraba a los animales mientras ordenaba el Holocausto de seis millones de judíos, decía que los españoles eran valientes pero inhumanos porque tenían corridas de toros.
Añadía que cuando ganara la guerra, que perdió tras provocar sesenta millones de muertos, obligaría a Franco a prohibir ese espectáculo para sádicos: voluntad cumplida en Cataluña.
Añadía que cuando ganara la guerra, que perdió tras provocar sesenta millones de muertos, obligaría a Franco a prohibir ese espectáculo para sádicos: voluntad cumplida en Cataluña.
Yo nunca en mi vida ví a una lídia de toros. Aqui solomente se vea, alguna vez en la televisión, cuando ha sido castigado el dicho "toreador" (sic). Pero, francamente, no entiendo del ritual. Es normal, es que soy guirí y, muy contrario a los turistas gringos u otros en el San Fermín, a mí no me apetece cagar corriendo ní otro final público aún menos elegante. Y pienso que Catalunya, al igual de otros paises (o regiones, comarcas, provincias - como le quiere denominarles), tiene lleno derecho a decidír como se ordena (dentro de las reglas internacionales) su comunidad. Pero lo que tambien quiero, es leer biografías de "El Cordobes" y la, esplendida, de Juan Belmonte. De aprender sobre esa forma, pa mí tan incomprehensible, de cultúra (en mi juicio) ya en decadencia, decadencia por la plata, el dinero, el mundo moderno, y el fútbol. No quiero que se vaya la cultúra Española, aunque no séa la mía.
Publicado por: Paul Franssen | sábado, 31 julio 2010 en 18:26