En una esquina de la Castellana de Madrid, en el barrio de Salamanca, todavía está el Embassy, un elegante salón de té para la clase alta, donde se veían espías aliados durante la II Guerra Mundial, y que era además lugar de refugio secreto de algunas víctimas de los nazis que huían de las cámaras del gas, especialmente judíos.
Estaban protegidos por una red británica que los recogía en la frontera con Francia y sacaba a muchos por Galicia hacia Portugal para enviarlos a Inglaterra.
En esa organización estaba, con diplomáticos y espías, el médico español de la embajada, Lalo Martínez Alonso, que usaba como refugio final su finca familiar en Redondela, Pontevedra.
Allí, con ayuda de marineros locales embarcaba de noche en lanchas a remos a los huidos, o los llevaba al río Miño para pasarlos al otro lado, ocultándose de los ominpresentes confidentes de la Gestapo.
La historia de este médico aparece ahora escrita por su hija, Patricia Martínez de Vicente, en “La clave Embassy” (La Esfera de los Libros), presente en la Feria del Libro madrileña.
En aquellos años Franco trataba de contentar a sus protectores nazis permitiéndoles perseguir a los huidos, pero para no romper definitivamente con los aliados toleraba secretamente que algunos atravesaran el país.
En Miranda de Ebro, Burgos, el régimen había establecido un campo de concentración para, muchas veces, devolverlos a Alemania. Allí iba Martínez Alonso, quien certificaba que padecían tifus: los carceleros se los entregaban para evitar epidemias.
Fue tal la eficacia del sistema de salvamento que los ingleses tuvieron que evacuar hacia Londres al doctor, ya en 1941, huyendo de la Gestapo.
Volvió a España años después. El Reino Unido y Polonia lo condecoraron, y los judíos lo homenajearon: otro Schindler español que habíamos olvidado, como a Sanz Briz, el cordobés José Ruíz Santaella y su esposa alemana, y pocos más.
las acciones individuales de este hombre son muy meritorias. No hay que negarlo. Es más, se deben agradecer. Pero no olvidemos que el régimen franquista era pro nazi. Fue desde siempre para el régimen franquista españa un refugio de nazis que se movían libremente por el país y hacían sus negocios con dinero robado a las víctimas del nazismo
No seamos hipócritas. Si algo se hace mal, se debe decir y si se tiene grandeza: reconocer el error
Y lo que se ha hecho bien pues no necesita más reconocimiento que el propio que da haber hecho lo correcto y saber que la conciencia de uno está tranquila. Es legítimo hacer algo a la espera de una recompensa... pero eso no se llama caridad
Publicado por: Nemigo | martes, 08 junio 2010 en 15:31