Siendo adolescentes, el cronista y sus amigos descubrían quién era el más valiente de todos saltando las vías delante del tren unas décimas de segundo antes de que atravesara la mitad del puente de hierro sobre la ría de su pueblo, para tirarse directamente al mar, seis metros más abajo.
Los maquinistas gritaban desesperados. Alguno seguramente sufrió largos tratamientos siquiátricos.
Una vez la Guardia Civil localizó a tres o cuatro de otra pandilla que hacían lo mismo y les dio una paliza. Años después, uno de ellos enriquecía su curriculum presentándose como víctima del franquismo, porque aquello había ocurrido cuando el dictador estaba vivo.
Los trece muertos y muchos mutilados de Castelldefels la noche de San Juan le recuerdan al cronista aquellos tiempos en los que un mínimo traspiés lo habría enviado al cementerio.
Aunque nosotros éramos muy jóvenes para beber alcohol. Algo que, según cuentan los testigos del atropello masivo del tren catalán, activó la valentía suicida de parte de las víctimas que atravesaban las vías en lugar de pasar por el subterráneo que, por muy ocupado que estuviera, recomendaba la organización espontánea de colas.
Cuentan quienes viajaban en el tren que previamente había llevado las víctimas a Castelldefels, que iban bebiendo desde Barcelona y que muchos corrían de unos vagones a otros escapando de la revisora que picaba los billetes, porque no los habían pagado.
Son cosas que hacen muchos jóvenes, y a veces los viejos. Uno bebe y pone el coche a 160 o más por hora, o se juega la vida saltándose las vías de los trenes que pasan también a 160.
Luego, culpamos a Franco y, ahora, a la Renfe, al ministro Blanco y a Zapatero: tienen su culpa, pero no precisamente de la muerte de quienes se tiran el tren.
Aunque siempre aparecen abogados que nos dicen que igual podemos trincar cacho cobrando por nuestro suicidio
durante el franquismo la guardia civil molía a palos a la gente, no necesitaban mucha escusa. Un día te daban dos hostias por no saludarlos y al día siguiente te daban otras dos por saludarlos
En los tiempos de molares do val los trenes iban a 150 km/h? Hasta no hace muchos años existía la constumbre de subirse en marcha y apearse igual. Hasta hay fotos de autobuses que llevaban pasajeros sobre el techo. Eran los asientos libres de elección: ni ventanilla ni pasillo
Lo ocurrido ha sido un cúmulo de malas prácticas y peor suerte
Publicado por: Nemigo | sábado, 26 junio 2010 en 16:42