En cualquier esquina o local vacío en las calles españolas se abren constantemente tiendas de chinos, muchos de los cuales, aunque no hablen el idioma de los clientes, saben bien cómo cobrar en euros.
Mientras, y según el secretario general de la Confederación Española de Comercio (CEC), Miguel Angel Fraile, sólo desde enero hasta abril de 2010 se clausuraron en todo el país 15.000 establecimientos que dejaron sin trabajo a 44.000 personas.
Además, antes de la gran crisis actual, y durante la última década, iban cerrando cada día unos 135 establecimientos de españoles.
Además, antes de la gran crisis actual, y durante la última década, iban cerrando cada día unos 135 establecimientos de españoles.
Aunque este contraste es fácilmente detectable, resulta imposible establecer una relación entre aperturas de chinos y cierres de españoles. Ni la Embajada china ni siquiera posiblemente Hacienda conocen los datos.
Quien más se acerca es Bonet Boix, miembro de la CEC, que sabe que en la provincia de Barcelona, con una población de 5,5 millones de habitantes, hay 5.538 chinos autónomos, posiblemente pequeños empresarios.
Por lo que si se diera igual proporción en toda España, con 47 millones de habitantes, tendríamos ya unas 47.000 tiendas de chinos.
Es cierto que no abren tantos orientales como cierran españoles, pero el hecho es que unos crecen y otros se arruinan.
Aparte de poseer restaurantes, los tenderos chinos suelen montar bazares, los antiguos ultramarinos y cada vez más centros con algunos productos ya a la moda. Y todas las tiendas estarían abiertas las 24 horas, si les dejaran.
Que es lo que ocurría con las españolas cuando nos creíamos menos ricos, el país era menos acomodado y toda la familia trabajaba para sobrevivir: el horario era permanente; y si un cliente necesitaba algo de madrugada, había quien abría para atenderlo.
Ahora los españoles queremos trabajar cada día menos, pero los chinos lo hacen cada vez más.
Ahora los españoles queremos trabajar cada día menos, pero los chinos lo hacen cada vez más.
Quieren comerse el mundo. Sus hijos, además de ayudar en las tiendas, se comen también las universidades: son el número uno en casi todo. Y se integran con gran facilidad.
Los chinos practican dumping social. Ni se puede pretender no dar golpe ni tampoco el trabajar 18 horas al día por un plato de arroz. Eso no es vida y erosiona los avances en bienestar que se han hecho en la era moderna. ¿O tenemos que volver a la Inglaterra decimonónica? Debe haber un equilibrio entre trabajar duro y tener tiempo para la familia, amigos, uno mismo, etc.
Un saludo.
Publicado por: Miguel | domingo, 06 junio 2010 en 15:01