Si Silvio Rodríguez, el trovador del castrismo desde hace 46 años, dice que Cuba demanda a gritos “una revisión de montones de cosas, de montones de conceptos, hasta de instituciones", es que el régimen está acabado, igual que se muere el disidente Fariñas.
Pronto jurará Rodríguez que era anticomunista. Todos estos cantantes de la Nueva Trova, que usaron su talento para halagar el castrismo, renegarán de él.
Pero nunca fueron solidarios con Orlando Zapata, muerto en huelga de hambre para pedir la libertad de los presos políticos, o con el actual moribundo, Guillermo Fariñas.
Mientras, en España, viene bien saber que se anunció este fin de semana la identificación definitiva en el Valle de los Caídos de 33.833 cadáveres.
A la muerte de Franco, eran 21.423, uno de ellos, José Antonio Primo de Rivera, al que antes habían depositado provisionalmente en el Monasterio de El Escorial.
Cuando llevaron al fundador de la Falange a ese cementerio de reyes, un periodista luego famoso, Eduardo Haro Técglen, escribió una necrológica. La mejor literatura fascista que se haya leído nunca, “Dies Irae”, aparecida en el diario Informaciones.
Con los años, conforme se reblandecía el franquismo, Haro se presentaba como rojo de toda la vida. Lo adoraban muchas izquierdas hasta que alguien resucitó, sacando de las hemerotecas, sus fantasmas escurialenses.
Todos los regímenes opresores dieron buenos trovadores, incluido el estalinismo o el nazismo, y el Siglo de Oro español estuvo vigilado por la Inquisición.
Cuando los juglares comienzan a desertar, y Cuba sólo ha pasado un año desde la destitución de los herederos menos ancianos del régimen, como Carlos Lage, Felipe Pérez Roque y José Luís Rodríguez, es que el sistema del que pastan se acaba. También los de la ceja comienzan a escaparse.
Los Castro ya no tienen quien les cante la Nueva Trova, también decrépita, gerontólgica.
Con los años, conforme se reblandecía el franquismo... (sic)
El franquismo jamás mostró signos de tibieza. Fue implacable con todos a los que consideraba sus enemigos. A tres meses de morir franco seguía firmando sentencias de muerte. Fragagá nunca ha renunciado a su pasado franquista, parece que siempre lo añora y ensalza. Eso sí, deja muy claro que él no mató a nadie...
Al franquismo le pasó como decía la canción: se nos murió el amor de tanto usarlo Pues eso pasó con el franquismo. De donde no hay no se puede sacar (más) y el abuelo no quería ceder en nada que no fuese su obra... se la llevaron al valle de los caídos
Publicado por: Nemigo | lunes, 29 marzo 2010 en 23:43