Como mensaje contra los judíos, no contra su Dios o creencias, la escultura “Stairway to Heaven”, Escalera al cielo, expuesta en ARCO, es paradigmática: el joven Eugenio Merino muestra a un musulmán inclinado orando; sobre él, oprimiendo su espalda, reza arrodillado un sacerdote cristiano; y en pié, sobre los hombros del cura, un rabino con levita, sombrero, barbas y trenzas, lee la Toráh.
Una idea manida: acusándolos de pisotear a los demás, como este rabino, se exterminó el siglo pasado a seis millones de judíos.
Vuelven estas iconografías que condujeron al Holocausto, y nadie recrea escenas reales de Hamas o Hizbulá con sus saludos nazis, niños-bomba o sus hombres-explosivo que revientan poblaciones civiles y que matan más a su propio pueblo que los israelíes defendiéndose.
Pero se paga bien provocar odio contra los judíos zaheridos y perseguidos, y por extensión, contra Israel, un Estado que se protege del exterminio: esta obra hiperrealista, de resina y verdadero cabello humano, se vendió por unos 60.000 euros.
Pero, atentos: estas expresiones antijudías se acompañan de ataques crecientes contra lo cristiano y de loas al islam, presentado como víctima, igual que el musulmán de esa escultura.
Es una incitación al suicidio de nuestra civilización racionalista, judeocristiana y grecorromana: en occidente serpentea un complejo de culpabilidad autodestructivo, enemigo de Las Luces, que lo hace sentirse opresor del islam en una actitud justificadora del extremismo islamista.
Necesitamos halagar a los islamistas porque les tememos. Queremos que se compadezcan de nosotros. Les decimos que cristianos y musulmanes estamos sometidos al judío, como sintetiza la escultura de Merino.
Pero es el mundo islámico el único que actualmente se explota y mata a si mismo. Tanto, que su medio centenar de países son brutales teocracias y dictaduras, con una rara y un tanto dudosa excepción, Turquía.
De todas maneras debe defenderse toda manifestación artística aunque incite al crimen y al suicidio, y sea mediocre.
Pero es imprescindible que se haga previamente con la denuncia y el reproche social generalizados, para que quien no vea su maldad pueda descubrirla: esa es la esencia de la libertad informada y formada.
Pero es imprescindible que se haga previamente con la denuncia y el reproche social generalizados, para que quien no vea su maldad pueda descubrirla: esa es la esencia de la libertad informada y formada.
Me ha encantado su final y su frase: 'la esencia de la libertad informada y formada'.
Hay una gran parte de sentimiento de culpa en la actitud de Occidente, cierto. Pero creo sería más en mucha gente un sentimiento de destrucción, de maldad, de apego a lo negativo y a lo oscuro de nuestra naturaleza; por eso se siente atracción por la destrucción que sobre nosotros proyecta la sombra de un Islam fanatizado, que nos devolvería atrás en el tiempo, y hace que mucha gente en Occidente abrace su fe o vive a gusto rodeado de esa miseria.
En su anterior columna Don Manuel usted hablaba del 'virus del progreso', pues también hay gente, y no pocos, que tienen bien calados en su alma el virus de la destrucción, del caos, del retroceso... no tienen valor ni justificación moral que les permita por ellos mismos destruir los valores del mundo Occidental en el que crecieron y que en buena medida aborrecen, por eso ven con buenos ojos el avance de quienes parecen destruirlo, no por uno mejor, sino para volver a la oscuridad de la que salieron.
Un saludo.
PD - Por cierto Nemigo, Don Manuel no hace ni caso de tus correcciones, y se ha vuelto a reafirmar a 'si' mismo.
Publicado por: Gaspar Payá | lunes, 22 febrero 2010 en 14:37