Como nos demuestra el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, en el mundo están creándose nuevas creencias religiosas basadas en una alimentación que obliga a mantener el cuerpo virtuoso, joven y sano, es decir, santo.
Nada nuevo: las religiones siempre impusieron ayunos y dietas como la que ahora quiere establecer Bloomberg en su ciudad reduciendo el 25 por ciento el consumo de sal en los locales públicos; antes ya prohibió fumar en centros cerrados y las grasas hidrogenadas más insanas, las trans.
Recordemos que la gripe A empezó llamándose porcina, y los puritanos más notables, incluyendo los misioneros calentólogos modelo Al Gore parecían judíos observantes ultraortodoxos de la dieta kosher o sus imitadores musulmanes con la dieta halal: el cerdo es malo para la salud.
Bloomberg es judío, aunque ese no es el motivo por el que impone leyes dietéticas parecidas a las de la Torah, muchas de las cuales sólo aplican el sentido común.
Así, la prohibición de la carne de cerdo, como descubrió el padre del Materialismo Cultural, Marvin Harris, se debió a que ese animal necesita humedales para enfriar el cuerpo, pues no transpira, lo que es difícil de encontrar en zonas desérticas.
Además, compite con el ser humano por la misma alimentación y obliga a lo nómadas a hacerse sedentarios cerca donde hay agua: analicemos las guerras que ha habido y hay alrededor del río Jordán.
Paul McCartney cree que los gases del ganado vacuno provocan el calentamiento global. Propone dejar de consumir carne un día a la semana, el lunes, rival de los viernes marcados por la Iglesia católica con sus ayunos y abstinencias.
Créaselo usted: llegará el día en el que para demostrar irreligiosidad habrá que comer lo que a uno le gusta en las cantidades que desee. Será la Dieta para Ateos.
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NOTA
Una cadena de averías informáticas en dos ordenadores borró las direcciones electrónicas que tenía el cronista de quienes mantenían relación escrita con él. Ruego que esas personas me hagan llegar de nuevo sus señas escribiendo a
Gracias y saludos. Manuel Molares do Val
Hay una razon mas fundamental: la carne y ciertos organos del cerdo se parecen mucho a sus equivalentes humanos y cuando eras un judio viviendo entre poblaciones que practicaban los sacrificios humanos mejor evitar el cerdo.
Publicado por: JFM | viernes, 15 enero 2010 en 20:26