Quienes tuvieron que estudiar Formación del Espíritu Nacional en los años 1950 dicen recordar a sus profesores falangistas reclamando la revolución pendiente de justicia social, igualdad, y superación del capitalismo entre luceros y montañas nevadas.
Los profesores más entusiastas se permitían criticar levemente a Franco por menos revolucionario que ellos, que se definían tan igualitarios como los comunistas de la URSS.
La diferencia es que los soviéticos eran ateos y los falangistas creían en Dios, aunque, sorprendentemente, defendían la separación entre la Iglesia y el Estado.
La realidad es que aquellos camaradas estilo Ridruejo o Aranguren –intelectuales, no sus violentas fuerzas de choque--, no eran progresistas, como creían, sino progres.
Óigase el discurso anticapitalista, el de un progre de ahora mismo, de José Luís Arrese, Ministro Secretario General del Movimiento en 1945: es el José Luís contemporáneo, remedo del Frente de Juventudes falangista, donde seguramente militaron los actuales progres más veteranos.
Actualmente hay dos clases de progres-falangistas: los estatales, estilo Juventudes Socialistas-Zapateristas, y los autonómicos. Estos últimos no existían antes porque los joseantonianos eran estatales con vocación imperial o universal.
Ahora, los autonómicos vigilan básicamente su región que llaman Nación, en la que imponen su diferencia culturo-racial a martillazos, aunque también son imperiales supraestatales, amos blancos como Carod-Rovira ante los indios nativos americanos, o caciques libidinosos en Cuba.
Como ungidos misioneros, tratan de transmitir la grandeza de su Espíritu Nacional autóctono-regional, su buenismo y la solidaridad y la justicia social del camarada.
Cuando se rechaza su contradictorio programa calco del falangista, los militantes progres se irritan y justifican la violencia de los patriotas más agresivos.
En los años 1950 el franquismo atenazó a sus falangistas más exaltados, pero la democracia los cultiva: son útiles en retaguardia por su activismo verbal, denuncia del hereje y represión ideológica.
La situación de los falangistas es complicada y su evolución en el régimen franquista más. Hubo casos durante la guerra civil como el tercio de montserrat que fueron literalmente enviados al matadero. Ellos hablaban catalán, cantaban canciones en catalán... y decían ser falangistas. Así los envió el mando franquista contra las posiciones republicanas. En campo abierto y contra las ametralladoras. Lo que queda de ellos está enterrado en un cruce de caminos cerca de Gandesa durante la batalla del ebro
Durante la guerra fueron simplemente calificados de chulitos y después marginados. Tras la guerra los unificaron con los requetés. Y durante el franquismo lucharon y perdieron el poder político contra el opus dei. Lo que quedó de ellos fue el partido único, la iglesia nostálgica del poder y el resentimiento de los militares
Cantar el cara al sol, formar el espíritu nacional y vitorear: franco, franco, franco...
Publicado por: Nemigo | viernes, 25 diciembre 2009 en 19:29