Dentro de unos días se celebrará el sorteo de Navidad, y cualquiera puede resultar una de esas personas a las que les toca la lotería, como le ocurrió a Cándido Alegre Sort, que ganó 32 Euromillones.
La buena fortuna del oscuro oficinista Cándido cambió tras una cadena de casualidades, una tras otra, primero con una manifestación ecologista a favor de la víbora hocicuda que le obliga a variar su rutina diaria, luego con el boleto premiado que por un segundo de diferencia podría haberle tocado a Camilo Bonilla Criado, sigue con su boda con una rabiza, y concluye con una milagrosa y querida viudez, y la búsqueda de un amor pueblerino y beatón.
La mala suerte de Camilo, aparte de perder por un segundo los 32 millones, nace de sus relaciones amorosas con el estafador Bartolomé Perea Rodríguez, que se hizo travestí y que después de ser mujer se volvió lesbiano.
Camilo es un pobre hombre que, con un compinche colombiano, está dispuesto a ser asesino a sueldo, algo que resulta innecesario por la buena suerte de Cándido Alegre Sort.
No es momento de desvelar aquí el intríngulis de la novela “Cándido”, subtitulada “Las marrullerías del sino” (Visión Libros, 2009), del periodista y novelista Miguel Higueras.
Pero sí es ocasión para reflexionar sobre las pequeñas casualidades que rigen nuestra vida en cada instante: quizás todos somos fruto de esos caprichosos del sino que nos marcan como a Cándido o a Camilo, anverso y reverso de la suerte.
En sólo 189 páginas “Cándido” nos enfrenta a nosotros mismos, nos da momentos de buena literatura, situaciones hilarantes, nos hace entender por qué puede desearse algún asesinato, y nos describe extremadas y poco recomendables prácticas sexuales, aunque reales, porque, como decía el torero, la suerte “da gente pa tó”.
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