En casi toda España e Hispanoamérica mucha gente quedó estupefacta cuando supo que durante la visita de una delegación nicaragüense al Parlamento catalán los diputados anfitriones pusieron traductores simultáneos castellano-catalán y viceversa.
Que los políticos catalanes empleen intérpretes para dialogar con castellanohablantes fue una idea del director general de Cooperación de la Generalidad, David Minoves (ERC), aprobada por sus superiores socialistas.
Llegados aquí, los españoles deberíamos cambiar nuestra lengua base, el castellano por el catalán, para evitar el carísimo capítulo de los intérpretes, que además duplican el tiempo de diálogo. Hasta deberíamos pensar en hacernos todos catalanes.
Así, el expansionismo territorial que inventó recientemente los “Paisös Catalans” no se limitaría a Valencia y Baleares. Abarcaría toda España, incluyendo Canarias, Ceuta y Melilla; incluso absorbería Portugal, donde demostraremos, aunque moleste allí, que Luis de Camôens era Lluis y catalán.
Porque, sepa usted, hay filólogos e historiadores catalanes subvencionados por la Generalidad, entre ellos uno famoso, Jordi Bilbeny, que afirman categóricamente que una conspiración castellana eliminó el origen catalán de Colón, Leonardo da Vinci, Fray Luís de León, Garcilaso, El Gran Capitán, Cervantes, Hernán Cortés, Pizarro, Elcano, Magallanes, Ponce de León, Orellana, Ojeda, Maldonado…
Los libros y crónicas de los grandes escritores y conquistadores españoles y de otros países europeos, que originalmente estaban en catalán, fueron destruidos, pero antes se tradujeron al castellano.
Occidente, España, son creación catalana, pero falsificada por los castellanófilos, que incluso le robaron Di Stéfano al Barça.
Volvamos, pues, a nuestras raíces y no sólo hablemos catalán: seamos catalanes. Si la verdadera Historia de España es la de Catalunya, nuestro deber es recoger la antorcha de la autenticidad y llamarle Catalunya a España.
Y para evitar recelos de esa Agustina de Alcorcón que es Esperanza Aguirre, aceptemos que la capital de esta Catalunya sea Madrid, pero imponiéndole el nombre de Madrit.
viajar más, no hay otra
Hace unos años en una de esas reuniones internacionales de científicos a todos les pusieron traductores menos a uno que era australiano. El hombre estaba indignado y exigió (y consiguió) que le pusiesen traductor. Un traductor de inglés!
No constan repercusiones internacionales por el hecho
Publicado por: Nemigo | viernes, 20 noviembre 2009 en 20:12