Querido ministro de Industria, Miguel Sebastián: Le ruego que me anote como aspirante a almacenar residuos nucleares en una finca que poseo al lado de mi vivienda familiar, para lo que solicito solamente la contraprestación económica que usted promete.
Que no es mala: una inversión de 800 millones de euros, 12 millones anuales en subvenciones y un parque tecnológico de investigación en al lugar elegido como almacén.
Se que hasta el momento hay cinco localidades españolas que compiten conmigo por llevarse ese almacén, tres de ellas en Tarragona, donde hay centrales funcionando; además, Garoña, Burgos, cuya central prometió cerrar el Gobierno en 2012, y Zorita, Guadalajara, donde ya se clausuró otra nuclear.
Es asombroso que la gente de esos sitios, tras su larga convivencia con nucleares, quiera mantenerlas e incluso pida sus residuos, esos que, según los llamados ecologistas, son tan malos para quienes viven cerca, y para el medio ambiente.
Es razonable pensar que esos ciudadanos no son tontos, aunque los considere así el ecologismo. Más aún, parecen inteligentes: van a cobrar por explotar la idea general de que almacenar esos restos es peligroso, cuando ellos están seguros de que no, si se dispone de la seguridad adecuada.
Mientras los autoproclamados ecologistas gritan “¡Peligro!”, donde se instale el almacén se vivirá confortablemente sin agigantar las listas del paro.
Señor ministro: pido que se me de la oportunidad de colocar en mi terreno todo o parte de ese depósito. Tenga en cuenta que soy uno de los más de cuatro millones de parados del país, y que no quiero malvivir del desempleo ni cobrarlo innecesariamente.
Además, si hay peleas por albergar el depósito, yo también quiero mi parte alícuota de esa riqueza tan atomizable, es decir, tan divisible entre españoles voluntarios, como yo.
Apúnteme a mí también, señor ministro. Tengo varias fincas disponibles. Y hablo absolutamente en serio.
Publicado por: Irómeno | jueves, 12 noviembre 2009 en 18:38