Las iniciativas menos sanguinarias de Muammar el Gaddafi suelen ser sugestivas, como esta de predicarle el islam cada día de su estancia en Roma a doscientas ninfas italianas elegidas por una agencia de azafatas, dándoles cincuenta euros cada una, un Corán y sus teorías revolucionarias de petróleo y cimitarra recogidas en el Libro Verde.
Gadaffi exigió que las señoritas tuvieran buena presencia y más de 1,70 metros de altura, harén que para él representará en tierra de infieles las 72 huríes que el buen musulmán recibirá en el Paraíso.
Si estuviera más días en Italia podría emular a los sultanes otomanos que al estilo polígamo de Mahoma tenían en Topkapi hasta 5.000 personas, entre esposas, concubinas, esclavas, eunucos, y cautivas cristianas, especialmente bellas circasianas.
El harén espiritual gaddafiano está inmerso en la alegre Italia del Casanova moderno, Silvio Berlusconi, que se rodea también de hermosas jóvenes, sus vellinas, aunque numéricamente menos, y que deben poseer estudios universitarios para hacerlas diputadas nacionales y europeas.
Pero Berlusconi no es un misionero, aunque quisiera ser polígamo, sino un seguidor romano de la alegre escuela cínica de Crates de Tebas.
Por el mundo viaja también predicando el islam el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, que trata de convertir al islam a Hugo Chávez y a Fidel Castro, y quizás consiga que ambos, por antioccidentales, terminen rezando hacia La Meca.
Los españoles tienen en Rodríguez Zapatero al gran misionero del laicismo, pero él no lo predica donde más necesitan el igualitarismo, en su Alianza de Civilizaciones.
Zapatero tiene también un harén político de jóvenas pululando a su alrededor – Pajín o Aído, entre otras—, que exhibe como ejemplo de emancipación femenina en portadas como las de Vogue, aunque puestas a predicarle a los paganos y a los infieles machistas su concepto de la igualdad obligatoria se descubre enseguida que no fueron seleccionadas, precisamente, por su valía profesional: quizás por una agencia de azafatas.
Tiene usted razón, don Manuel. Resulta especialmente chocante que Zapatero se abstenga de predicar el laicismo entre sus fanáticos aliados religiosos islámicos. Curiosamente se niega siquiera a insinuarles lo que a nosotros pretende imponernos abiertamente por la fuerza.
Publicado por: Irómeno | miércoles, 18 noviembre 2009 en 18:57