Entre los objetos encontrados por el ejército paquistaní hace unos días en una base de los talibanes apareció el pasaporte de Raquel Burgos, una española actualmente de una treintena de años, casada con Amer Azizi, con el que vivía en Peñagrande, al norte de Madrid.
Un Azizi de grandes barbas jihadistas y vestimentas norteafricanas que trataba como esclava a su sumisa mujer, conversa al islam y vestida como islamista.
Raquel no podía hablar ni siquiera con sus padres, y cuando su hombre salía permanecía voluntariamente encerraba en aquella casa, de la que cuando estaba él brotaban con frecuencia gritos de dolor por las palizas que recibía. Como ocurre demasiadas veces, ningún vecino denunció los malos tratos ni ese vasallaje inhumano.
Lo que dicen las vecinas de esta mujer, cuyo marido resultó un fanático implicado en el 11M, en la “Célula de Hamburgo” de Al-Qaeda y en otros terribles actos terroristas, lo narraba hace un par de días Dolores Martínez en ABC.
Llama la atención que, en las pocas ocasiones en las que Raquel pudo habló con alguna vecina, incluso con una amiga de la infancia, dijera que lo soportaba todo porque estaba profundamente enamorada de Azizi.
¿Enamorada? Eso no es amor. Eso sólo es sexo, aunque proteste el feminismo de manual. Como aquel buen título de una mala película: “¿Por qué le llaman amor, cuando quieren decir sexo?”.
Raquel soportó todo, especialmente el autoaislamiento, no porque deseara mantener una envidiable situación económica, tampoco por miedo, porque la ley la protegería especialmente del monstruo.
Fue, sólo, para gozar como sexo dominado. Sufría una adicción, una esclavitud sexual. Se da en toda sociedad humana, pero más en la musulmana, cuyo imaginario insta al hombre a imitar al supermacho Mahoma, “potente como treinta jóvenes fogosos”, como dice un hadiz
Señor Molares do Val, es usted mas sabio de lo que pensaba y le tenia por muy sabio. Tuve un novio arabe y estaba obsesionado con ser como Mohammed, como le llamaba él a Mahoma y tenía una obsesión que me parecía enfermiza, y tuve que dejarlo porque podía matarme con esa locura. Aunque era cariñoso, conforme fui cediendo se volvió mas dominante y supongo que me habría matado de una manera u otra a la larga. Sus amgos eran parecidos con otras chicas españolas que yo conocí. Algunas quedaron colgadas de su sexualidad que era una droga. Yo soy poco sexual y no me llegó a dominar y pude dejarlo. Yo creo que esta Raquel Burgos seguro qe vivia solamente para tener orgasmos y por eso lo soportaba todo. Me alegro de coincidir con Vd.
Publicado por: Fonsana | martes, 03 noviembre 2009 en 17:50