Como todos los agostos, España vive su cristianismo con fiestas que son bacanales en honor de santos patronos locales y de Baco, el único dios clásico que al no ser griego seguramente era de por aquí: les ofrecen bailes, comilonas, botellones y encierros de toros con sacrificios humanos.
La fiesta española más conocida internacionalmente es la de San Fermín, en julio, a la que le han salido imitadoras recientes y crecientes, en las que unos tipos suicidas azuzan a unos toros para correr delante de ellos.
A veces, muere corneado un corredor. Los españoles, que le han tomado afición a vitorear a los muertos, lo entierran aplaudiendo y gritando extasiados “Torero, torero”, como si fuera un héroe y no un torpe porque, además de correr malamente, se dejó matar estúpidamente.
Las fiestas en tantos lugares de España se inician cada día sin concluir las de la noche anterior: la gente no duerme y enlaza las jornadas del último baile con los primeros repiques de campana y bombazos matutinos.
Como los bares son caros y sus servicios higiénicos se construyen ya atascados, la gente liba líquidos y libera la fisiología en calles y portales; convierte todo en inmensas letrinas que conservan su buqué de un año para el otro: “Aquí, cosecha de 68”
Es el caso de Pamplona y los Sanfermines, que más de un mes después de su conclusión presenta áreas con acres hálitos irrespirables.
En Navarra, donde se goza de un elevado nivel de vida, hay quien se exilia no sólo por las amenazas terroristas, sino también para no sufrir los restos de esas fiestas supuestamente dedicadas a un santo pamplonica del siglo III, patrono de los vinateros, que fue decapitado, motivo por el que carece de nariz y olfato.
Han comenzado las fiestas de A. de Henares y con ellas nuestra semana de tortura. Estamos obligados a estar diez días despiertos, con ruidos atronadores, mezcla de música de bares y de coches-discoteca, gritos, golpes contra todo lo que suena, gente bebida en la madrugada tirada por los suelos u orinando en los rincones. Las calles y aceras tomadas por las terrazas con personas apiñadas sudando, bebiendo y comiendo mientras zarandean el abanico. Los vecinos que no le encontramos sentido a estas fiestas, somos tachados de malos ciudadanos y nuestras quejas no se tienen en cuenta porque en fiestas vale todo.
Publicado por: Lila | domingo, 23 agosto 2009 en 11:36