Estos días todos los medios informativos quieren entrevistar a Mahinur Ozdemir, musulmana de 26 años y familia turca, que acude al Parlamento belga como nueva diputada con velos que permiten ver su bello rostro, lo que la hace atractiva, incluso “fashion”, como las últimas modelos del modista Schumacher.
Mientras, Francia prepara la ley que prohibirá el uso público de la cárcel de tela que es el burka, que sólo deja una rejilla para ver, y el niqab, que libera únicamente los ojos.
Mahinur Ozdemir apoya la ley propuesta por Sarkozy porque, afirma, el semblante debe ir siempre descubierto, aunque defiende el velo como parte de su libertad personal.
Pero esa libertad de taparse la cabeza en medios musulmanes se convierte en la prohibición de no hacerlo: se empieza con el velo como si fuera un signo de fe y rebeldía antioccidental, y la mujer termina esclava del macho, que acaba exigiéndoselo, como dice Chahdortt Djavann, famosa escritora iraní residente en Francia.
Deberíamos analizar el velo situándolo antes y después de la revolución islamista del ayatolá Jomeini, facilitada por aquel presidente estadounidense buenista que fue Jimmy Carter.
Hasta ese 1979 librarse del velo en los países musulmanes era un acto de libertad y modernidad, de ruptura con el machismo.
Era hermoso ver por las calles de El Cairo, Teherán, Estambul, incluso Rabat, a las mujeres rechazándolo en masas crecientes, dejándose el pelo al aire, caminado con seguridad, con el orgullo del abandono de la esclavitud.
Inesperadamente, y como grito anti-Shah, al Irán chiíta llegó uno de esos reavivamientos religiosos que sufre el Islam y que lo devuelven cíclicamente al medioevo, y los imanes sunnitas no quisieron ser menos imponiendo velos y prendas carcelarias: retornó la humillación y sumisión ante el hombre, aunque las víctimas no lo reconozcan y busquen explicaciones buenistas como las de Carter y, quizás, Obama.
Se cubre lo que se quiere tapar, lo que se quiere ocultar... en este caso no se quiere proteger, más que lo que el "macho" musulmán entiende por su propiedad.
El velo para mí es un signo de propiedad, un signo menor de esclavitud doméstica y familiar de la mujer en el mundo islámico.
Como todo signo de represión y de falta de libertad, habrá de desaparecer con el tiempo.
Lo que me pregunto yo, lo que me viene a la mente, es la gran diferencia intelectual, moral y espiritual de las mujeres del Norte de Europa y America, que siglos atrás luchaban fuertemente por su libertad e igualdad en sociedad, frente a estas que aun se jactan y enorgullecen de su condición de esclavas.
Es interesante reflexionar para mí sobre ello, como sobre otras muchas cosas más del oscuro Islam.
Publicado por: Gaspar Payá | sábado, 11 julio 2009 en 20:19