Fue el cordobés Séneca (4 a.C.- 65) que “Errare humanum est”, máxima aplicable al caso de Ryan, el niño prematuro, hijo de la primera mujer fallecida de gripe A en España, muerto por la equivocación de una enfermera que le introdujo leche en la sangre.
El error se debió a que confundió los tubos de alimentación y de medicación tras haberle administrado correctamente igual tratamiento a otro prematuro.
Pero lo ocurrido en el hospital Gregorio Marañón de la Comunidad de Madrid --al que otras CC.AA., incluyendo las socialistas, envían sus casos difíciles de maternidad y pediatría-- se ha encrespado con el corporativismo de los trabajadores de enfermería.
Nada más conocerse el motivo de la muerte, centenares de ellos de ambos sexos se manifestaron para disculpar el error amparándose en una supuesta precariedad de medios hospitalarios.
Vayamos a los hechos y no a las teorías más o menos ideologizadas: el Marañón es un centro de referencia nacional y europeo. No parece haber tal precariedad cuando sus turnos de trabajo están supervisados por los sindicatos, y la enfermera atendía sólo a dos bebés, y voluntariamente.
Si todos los profesionales dicen que son como esa enfermera, ¿quién puede fiarse de ellos? ¿Mueren todos los días niños y madres así y lo ocultan?
Quien comete un error tan terrible necesita cariño, compasión y apoyo moral y legal, pero es una insensatez no recordar al sabio Séneca.
Este corporativismo, tan Fuenteovejuna, extraño en países desarrollados, expone la irresponsabilidad de quienes diluyen sus responsabilidades individuales en la masa.
Es una expresión de esa cobardía, precisamente ovejuna, que ante cualquier dificultad forma manada.
Es como si millones de madres de bebés se manifestaran proclamando “Todas somos X”, porque X olvidó hace unos días en Bilbao a su bebé en el coche y horas después lo encontró muerto, deshidratado.
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NOTA.
En la primera redacción de esta crónica al autor puso que Séneca vivió en el siglo cuatro antes de Cristo, cuando quería decir cuatro años, y sólo al releer la nota se dio cuenta del error.
Gracias a Beguemot por apuntar la biografía del filósofo, lo que me permitió recordar que lo que ocurrió cuatro años a.C. fue su nacimiento, y que murió en el año 65, con 69, desangrándose y tomando la cicuta antes de que Nerón pudiera matarlo.
En algunas ocasiones el cronista se fía demasiado de la memoria. Decía Aristóteles que "gracias a la memoria los hombres alcanzan lo que se llama experiencia". Por lo que se ve, el abuso de la memoria y de la experiencia provoca descuidos que facilitan el cumplimiento del "Errare humanum est".
Y espero que ningún periodista convoque manifestaciones al grito de "Todos somos Molares do Val".
Es usted perfecto e implacable en sus razonamientos. Este artículo con otros anteriores y sobre todos ellos el de José Couso me han abierto nuevas formas de razonar que antes no tenía. Muchas Gracias.
Publicado por: Gabriel Hernando | miércoles, 22 julio 2009 en 16:32