Comparando lo que ocurre en Xinjiang, provincia autónoma china en la que el gobierno de mayoría han reprime a la minoría musulmana uigur, con el Irán del Shah derrocado por el imán Jomeini, hay que preguntarse qué dictadura resulta peor, si una atea que evoluciona y crea riqueza, u otra, actualmente más represiva, en la que el fanatismo religioso empobrece al pueblo devolviéndolo al medioevo..., con futuras bombas atómicas.
Las crónicas sobre los actuales enfrentamientos étnicos y religiosos en esa provincia tres veces más grande que España, afirman que los nueve millones de chinos de etnia han de Xinjiang y el comunismo son verdugos, y que los once millones de uigures musulmanes son víctimas.
Pero los gobiernos occidentales, incluido el español, han callado ante la represión pekinesa –también ante los ayatolás iraníes, días antes—, mientras se ensañaban con el parlamento, la justicia y el ejército del pequeño Honduras por haber derrocado al presidente neodictador, Manuel Zelaya.
Dos medidas diferentes nacidas del miedo a represalias económicas de la crecientemente poderosa China, pero también porque creen que Al-Qaida y el terrorismo islamista podrían estar provocando los enfrentamientos para independizar Xinjiang y crear otra república islamista.
Lo que es viable: los imanes uigures exigen ya que en Xinjiang se apliquen normas de la sharía y no las leyes laicas chinas.
Tras haber sufrido la Revolución Cultural y los genocidios revolucionarios maoístas hasta 1976, China avanza económicamente desde entonces y va conquistando algunas libertades.
Por ejemplo, los cristianos han crecido silenciosamente de diez millones a unos 130 millones. En parte porque su ética protestante del trabajo, hoy también católica, propicia su triunfo económico, lo que provoca una admiración general que atrae a nuevos fieles.
Al contrario, la cultura uigur ha ido quedándose en la pobreza connatural del islamismo riguroso, cuyos hábitos de rezos y costumbres en horas de trabajo y opresión a la libertad de pensamiento y de la mujer, hacen poco activos y atractivos a sus practicantes en un mercado en el que sobra mano de obra han.
Todos los chinos sufren la opresión política comunista, pero elija usted entre esta y su bonanza filocapitalista, o su recambio, una empobrecedora y brutal dictadura machista e islamofascista.
la dictadura en china no evoluciona hacia ningún sitio. Ninguna dictadura evoluciona para desaparecer. Muta para subsistir. Simplemente se vuelve camaleónica sabedora de la necesidad de un crecimiento económico dirigido (como hizo el franquismo en los años 60) Ese es su balón de oxígeno. La represión sigue siendo feroz. Se desprecian los derechos humanos y las libertades. Es impensable una china democrática. Si se repartiese esa supuesta riqueza seguirían siendo pobres
Publicado por: Nemigo | martes, 14 julio 2009 en 23:12