En España no hemos analizado atentamente el resultado de las elecciones europeas que, junto con el fracaso socialista, supusieron la eclosión de movimientos neorrománticos que se nutren de votantes izquierdistas: como cuando nacieron los fascismos.
En la Europa comunitaria acaba de ganar esa derecha que, según Rodríguez Z., provocó la actual crisis económica, algo que los ciudadanos no creyeron al derrotar a la izquierda clásica con notable contundencia.
El hundimiento laborista en el Reino Unido fue paralelo al éxito ultraderechista del BNP, lo que señala que buena parte del electorado socialista se pasó a este partido que cultiva el romanticismo nacionalista y neofascista.
En Francia, el votante socialista se pasó a otro romanticismo, el ecologismo radical, que tarde o temprano conduce al fascismo al imponer obligatoriamente su antimodernidad y nihilismo buenista.
Donde los partidos socialistas perdieron menos, como en España y Alemania, todavía no se detecta la eclosión ultra de ambos extremos. En España, quizás, porque ya hay nacionalistas exclusivistas a los que casi nadie quiere definir como ultraderechistas.
Pero en países con antiguas izquierdas poderosas, como Italia y Austria, además de las antiguas comunistas Bulgaria, Hungría y Rumania, crece especialmente la ultraderecha, pero también la ultraizquierda, a costa de los socialdemócratas.
Además, aparecen quienes, sin ser ultras de izquierda o derecha, presentan programas ajenos a los tradicionales, como el Partido de la Libertad holandés, que superó a los aún cogobernantes socialistas.
Su exigencia fundamental es que se impidan las prácticas islamistas que crean aquí guetos machistas y homófobos, imitadores de Irán o Arabia Saudita, y que, en nombre del multiculturalismo, pretenden incluso que se acepte el burka como forma cultural alternativa.
La derecha europea se mantiene, aunque sin crecer demasiado. Pero la izquierda va declinando, especialmente frente a los movimientos ultras, sin hacer otra cosa que tratar de adoptar algunas de sus exigencias románticas, es decir, filofascistas.
Después del muro de Berlín, el socialismo histórico parece desvanecerse lentamente.
En España ya está gobernando un partido antisistema: el PSOE de Zapatero.
Publicado por: Irómeno | lunes, 22 junio 2009 en 20:08