Con el verano vuelven a celebrarse en numerosos pueblos de España los aclamados festivales populares en los que se sacrifican animales, sobre todo toros, sometidos previamente saetazos, cuchilladas, explosivos, fuego en los cuernos, feliz algarabía de adultos y niños de la alta cultura española.
Y como cada verano, vienen a injuriar nuestras tradiciones gentes de todo el mundo que no entienden el significado poético, religioso, ni el misticismo que inspira el animal desangrándose, tembloroso y agonizante, mugiendo quedamente.
No saben que es un Auto de Fe, y que los toros rememoran la quema pública de seres humanos, a la que renunciamos hace siglos.
Acaba de celebrarse el Toro del Soplillo, en Coria, Cáceres, donde los animales fueron piadosamente ejecutados de un tiro tras dispararle dardos prohibidos de puntas más o menos metálicas, y ya vinieron a afear esta tradición ancestral los aguafiestas.
Les escandalizan también el Toro de la Vega, de Tordesillas (Valladolid), el Enaromado de Benavente (Zamora), y el Toro de Júbilo de Medinaceli (Soria), entre otros.
Quieren desacreditar nuestra cultura: hasta consiguieron acabar con el viril hábito de los quintos de Manganeses de la Polvorosa, Benavente, que antes de ir a la mili tiraban una cabra desde el campanario de la iglesia. Se eliminó el servicio militar, y se diría que fue para que no siguieran espachurrando cabras.
Basta de dejarse presionar. Los españoles deben recuperar su identidad más espiritual reviviendo los Autos de Fe originales, sobre todo, con la quema de judíos. Todavía hay sitios en España donde se linchan en efigie por sus “judiadas”. Los toros sólo simbolizan, sustituyéndolas, a esas víctimas propiciatorias.
Las tradiciones son sagradas, por lo que deberíamos volver a quemar judíos y de paso a algún hereje luterano en toda Plaza Mayor: los nazis y bastantes progres actuales apoyarían la idea entusiasmados.
¿Es irónico? ¿Tiene gracia? No lo pillo macho.
Publicado por: David | viernes, 26 junio 2009 en 20:00