Mientras los sindicatos nacionalistas gallegos y vascos convocan grandes huelgas contra los nuevos gobiernos “imperialistas españoles” de sus regiones, los del Metro de Madrid han decidido paralizar los trenes cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) viaje aquí para inspeccionar sus servicios.
Buen trabajo: así favorecerán a las ciudades competidoras como Chicago-2016, cuyo valedor, Barack Obama, hará que el lugar de donde era senador pase la mejor revista.
Adiós a las expectativas de éxito deportivo y económico de Madrid –recuérdese Barcelona’92--, además de las esperanzas de millones de ciudadanos, madrileños o no; supuestamente también las de Rodríguez Z., que se autonombró superjefe español de deportes para apoyar la candidatura madrileña, según dijo.
CC.OO., UGT y otros grupos del Metro exigen un sueldo medio bruto anual de 33.000 euros y subida lineal de 180 euros mensuales para los 7.300 empleados, lo que supone un exagerado incremento de salarios en este momento de grave crisis general.
En los últimos años han conseguido para sus afiliados, y con actuaciones contundentes, elevadas mejoras sociales paralizando frecuentemente los transportes de la capital, saboteando las instalaciones y provocando accidentes que pudieron ser mortales, según distintas denuncias judiciales.
Obsérvese que las huelgas agresivas se dan ya solamente en los organismos públicos, que incluyen centros escolares cuyo profesorado militante impone su ideología en algunas autonomías.
Mientras, en numerosas empresas privadas los trabajadores negocian ocasionalmente reducciones de plantilla y sueldo, como acaba de ocurrir en SEAT.
Algunas actuaciones de estos trabajadores públicos recuerdan la kale borroka y a los parlamentarios proetarras que, como los sindicalistas, cobraban del Estado que destruían.
Los sindicados del Metro tienen trabajo garantizado hasta la jubilación, y con su monopolio chantajean a sus patronos, los ciudadanos, a los que les destruyen sus fuentes de trabajo y riqueza: deberían decirles “Basta ya” inmediatamente antes de darles la carta de despido.
Gracias, señor Molares.
Somos sus patrones y sus clientes y en ambas funciones nos chantajean esos desvergonzados parásitos.
Ese dinero que ellos quieren cobrar sale, directamente, del bolsillo de gente que cobra un tercio de lo que cobran ellos. Cuando dejen de ser imbéciles, además de pobres, se darán cuenta de que los están robando y, entonces, quizá algo cambie. Mientras tanto, felicitemos a los ciudadanos de Boston a quienes los golfos y saboteadores sindicales han decidido entregarles las olimpiadas.
Publicado por: Miguel | jueves, 09 abril 2009 en 23:43