Barack Obama empieza a mostrar pragmatismo y carencia de idealismo al anunciar que quiere llegar a acuerdos de cooperación con los talibanes, violadores de todos los Derechos Humanos.
La primera consecuencia será que las mujeres afganas perderán las mínimas libertades adquiridas desde 2001.
Aunque Obama prometa que se respetará la igualdad entre hombres y mujeres, todo acuerdo con los fanáticos religiosos pasa por permitirles recuperar su libertad para violar y asesinar mujeres y niñas e impedirles aprender a leer.
Porque la mujer para el talibán no es un ser humano, sino un objeto para el placer, para trabajar y tener hijos: por esa fe combaten, matan y mueren, y no van a cambiarla.
Desde el ataque del tan estigmatizado Bush a los talibanes de 2001, en la capital afgana, Kabul, se habían instalado incluso peluquerías femeninas, las niñas iban a escuelas, aunque frecuentemente a escondidas, y en ambientes limitados ya no se usaban velos o burka.
Pero ahora, como gesto hacia la minoría chiíta, el presidente Hamid Karzai ha legalizado el derecho del hombre a violar a sus mujeres tras cuatro días sin relaciones sexuales. Aunque anuncie que revisará la ley, se reinstaurará inevitablemente.
Con concesiones similares los talibanes sunnitas ya no necesitarán asesinar a maestras y niñas en las escuelas. Los “estudiantes del Corán” las cerrarán sin problemas ni escándalo.
George Bush creía que la imposición de la democracia en lugares como Afganistán lograría que los países islámicos se contagiaran, lo que cambiaría el mundo, y los neocon del expresidente, antiguos trotskistas, defendían la inevitabilidad de esa revolución permanente.
Se equivocó. Y ahora, el “Cambio” de Obama presumiblemente será a costa de los Derechos Humanos y de las mujeres para conseguir que los talibanes no apoyen a Al Qaeda.
El problema radica en saber si es posible imponer regímenes de libertad en países que por las razones que sean, ni la reclaman ni luchan por ella.
Si entre víctimas y victimarios de ese desgraciado país que es Afganistán no hay esa mínima minoría que ame la libertad llevarla forzadamente va a resultar tarea inútil.
En la caverna platónica, los desgraciados moradores creían que el mundo de las sombras era la única certeza.
Publicado por: Cornelius | martes, 14 abril 2009 en 18:27