Para hablar del arte del siglo XX es inevitable recordar a Picasso, y una parte notable de la información de que se dispone sobre su vida, carácter y amores se le debe a Antonio D. Olano, periodista, amigo, confidente y biógrafo, autor no de textos de experto en las mil formas expresivas del malagueño, sino de retratos vivos y humanos del español más universal de su época.
Olano, persona de edad indescifrable que se conserva como hace más de medio siglo, cuando visitaba cualquiera de las casas del genio, ha escrito ya varios libros sobre la vida y costumbres picassianas, y sobre la secreta amistad y veneración que se tenían él y Salvador Dalí.
De hecho, el silencio que se dedicaban mutuamente era una pose que rompía Olano, elegido discretamente por ambos para enviarse mensajes.
El periodista fue uno de los históricos reporteros del diario “Pueblo” que dirigía Emilio Romero. Conquistaba a los personajes con los que trataba, uno de ellos el Ché Guevara. Aquél “Pueblo”, bandera de los sindicatos franquistas, estaba plagado de gentes de derechas y de izquierdas, todos ellos con una querencia especial por la Cuba de Fidel y del Ché: unos, por antiamericanos de1898 y 1945, y otros por comunistas.
Además de periodista Olano es poeta, dramaturgo con 25 comedias estrenadas, y fue amigo, entre muchos artistas y toreros, de Greta Garbo, Gary Cooper, Marlon Brando, Orson Welles o Luís Miguel Dominguín.
Acaba de publicar “El señor de las palomas” (Ed. El tercer nombre), donde narra, entre mil historias, la relación del pintor con esas aves que pintaba y odiaba como las crueles ratas voladoras que son, y revela un secreto bien guardado hasta ahora: sus amores en su adolescencia con un gitanillo.
Muy interesante su columna, y además me ha encantado el cómo habla / refleja el lado humano y apasionado de Picasso al nombrar su amor de juventud con un gitanillo.
He pensado en cuan intensas, complejas, desgarradoras, y apasionadas las historias de amor, de carne, de sentimientos entre humanos pueden ser. A veces, esos apasionados y pequeños desordenes, creo, dan vida y aliento a nuestra existencia.
Tras las miradas se encienden los deseos, los sentimientos, el corazón vuela y las manos buscan sentir... y así al final se acaba sonriendo y llorando, que es lo que creo es un resumen de la vida.
Me acuerdo de las palabras de la película del Nombre de la Rosa, "Qué pacífica sería la vida sin amor Adso. Qué segura. Qué tranquila. Y qué insulsa".
Un saludo.
Publicado por: Gaspar Payá | miércoles, 22 abril 2009 en 04:19