Zapatero cambia a sus ministros más importantes y dentro de pocos años los socialistas se preguntarán por qué acataron sus ocurrencias, que destruyen todo proyecto serio de futuro al convertir las autonomías en fieras que se odian crecientemente entre ellas, o robarle a los padres la patria potestad sobre sus hijas menores para que aborten.
Las frivolidades y excesos de la izquierda italiana, inferiores a los de Rodríguez Z, han destruido quizás para siempre sus opciones de gobierno, y algo parecido podría pasar en Francia o Alemania.
Y aquí no hay recambio socialista. Z no tiene rivales ni herederos consistentes. No hay debate interno. Todo el PSOE es una orgía de improvisación, de coaliciones ventajistas con nacionalistas radicales o con el PP para agarrarse al poder, apoyando medidas populistas, propiciando el derrumbe económico mientras se dilapidaba el tesoro estatal.
Por obtener una foto con Obama o Sarkozy dándole unas palmaditas, Z les entrega lo que le pidan, pero sigue desacreditado ante los aliados.
Demolió numerosos puentes de la cohesión nacional, como el del reparto del agua, objetivo de todos los gobiernos desde hace dos siglos, de derechas e izquierdas. En realidad, desde que los romanos llenaron el país de acueductos.
Ya veremos qué pasa en Euskadi, pero es mal precedente que todas las CC.AA. sean coordinadas ahora por un Chávez forjador sólo de parasitismos en Andalucía.
Cómo va a pedirle a la Generalitat catalana que renuncie a sus gastos suntuarios o a Barreda a que persiga las corrupciones social-amiguistas, como la de la Caja Castilla-La Mancha.
El país se descalabra y Z se entretiene emitiendo irritantes leyes pica-pica para buena parte de la ciudadanía. Claro que para difundir propaganda y contrarrestar la situación nombra ministra de Cultura a la presidenta de los artistas de la ceja, que pronto reanudarán sus campañas.
No parar esta concatenación de irresponsabilidades posiblemente le saldrá muy caro al PSOE. Los contribuyentes maltratados tienen límite, el divorcio es el menos grave, y el abecedario acaba en Z.
Excelente columna Sr. Molares. Me ha encantado el final, triste, pero real.
Publicado por: Gaspar Payá | martes, 07 abril 2009 en 17:17