Aunque a primera vista parezca una exageración, la historia del asesino confeso de Marta del Castillo y de su banda de amigos y novias recuerda una secta iniciática como la que dirigía Charles Manson, que entre otros crímenes mató una noche de 1969 a Sharon Tate, esposa de Roman Polanski, y a tres amigos en la casa del matrimonio.
Esa crueldad infinita para mentir, cambiar versiones, dar falsas pistas desde hace ya dos meses, y siempre con apoyo de un grupo de camaradas y sus “chicas”, como les llaman, va más allá de lo que sería común en una banda de amigos entre los que hay al menos un asesino y quizás dos violadores.
La protección que se dan mutuamente estos conjurados es monstruosa. Parecen compartir algo más profundo que amistad, sexo o drogas: un lazo execrable e inextricable para la policía y para la gente común.
Recuerda mucho la actitud mujeres de Manson, como Susan Atkins, que protegía a su amo con un fervor tan enloquecido que quiso librarlo de la cárcel cargando con todas las acusaciones.
Los enemigos de internet y de las redes sociales alertan sobre la aparición de grupos así, unidos por las confidencias que se hacen, por las claves de acceso y diálogo que sólo ellos conocen, con las que se envían consignas e ideas, a veces delictivas.
Pero esa no sería la causa –la tecnología es progreso--, sino sólo una consecuencia, entre quienes crean un cosmos sectario, casi siempre caracterizado por automutilarse con agujeros, “piercings”, de penitenciaría, como Manson.
Se autoproclamaban La Familia: eran “White trash”, basura blanca, con padres despreocupados de su formación, desinteresados de la forja de quienes habían engendrado.
Manson está condenado a cadena perpetua. Lleva cuarenta años en prisión, donde morirá.
Y todavía no les faltan apoyos de "otras chicas" por internet para cuando "salgan".
Publicado por: Butzer | viernes, 03 abril 2009 en 23:21