Quien de vosotros esté sin pecado que tire la primera piedra, debería decírsele a los que atacan estos días al juez Baltasar Garzón por dirigir un curso sufragado por un banco español en la Universidad de Nueva York que le reportó 203.000 dólares (162.250 euros), mientras seguía cobrando su sueldo como juez.
Es cierto que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) le abonaba la nómina como si ejerciera su magistratura, unos 100.000 euros anuales, pero esa actividad por la que recibió los 162.250 no se pagó con fondos del Estado, sino del Banco Santander según una denuncia presentada contra él y rechazada por el Supremo.
Como mucho, su error fue no haber dado desde Nueva York una orden internacional de busca y captura de George W. Bush, presidente entonces de EE.UU.: habría sido su mejor “scoop” periodístico mundial.
Pero, inexplicablemente, renunció a dar ese golpe, lo que lo presenta como un hombre modesto, sin ansias de fama: ya procesará a Bush en compañía de Tony Blair y José María Aznar.
Además, la acusación de cobrar de un banco a cuyos directivos no quiso investigar en su momento quizás obedece a una campaña del PP en su contra, a otros jueces, celosos porque son menos estrellas que él, o a la CIA, que sigue siendo muy perversa.
Por eso debemos defender a Garzón. Las acusaciones son maledicientes. Nadie puede dudar de alguien tan famoso como él.
Y si el CGPJ le pagaba sin preguntarle si recibía otra remuneración en Nueva York, Garzón no tenía por qué explicar esos ingresos extraordinarios porque él es español aunque sea juez, y un español debe ser discreto.
Un español no presume de lo que gana, y hasta debe ocultárselo si puede a Hacienda.
Garzón es tan católico como Divar y hace suya la frase de Cristo de que tu mano derecha no sepa lo que hace (cobra) la izquierda.
Publicado por: rojobilbao | jueves, 12 marzo 2009 en 20:18