Aunque está imputado desde hace varios años por tráfico de influencias, cohecho y fraude fiscal, los tribunales no han podido condenar aún al presidente popular de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, lo que exaspera a sus enemigos, que sólo pueden usar los medios informativos afines para atacarle sin descanso.
Su último escándalo: admitir en público que ayudó a tanta gente que ni siquiera sabe a cuánta colocó en doce años desde la Diputación.
La confesión, grabada por alguno de sus compañeros del PP, quizás favorecido pero desagradecido, la emitió la cadena SER.
Se oye a Fabra expresar su orgullo por haberle dado puestos “a un sinfín de gente, asesores, secretarios, directores generales, subdirectores, subsecretarios, asesores de los consejeros, directores territoriales, secretarias de no sé qué... (...). Y toda esa gente es un voto cautivo. Ese es un voto cautivo, que lo tengáis muy claro".
Fabra es bastante fanfarrón: toda España está plagada de decenas de millares de fabras de derechas, izquierdas y, más aún, nacionalistas, pero no presumen, como él.
Desde el Gobierno central al último ayuntamiento, aquí quien tiene algo de poder coloca a familiares, amigos y, desde luego, conmilitones del partido.
Este es un país de caciques. En cada época toman una forma: antes aristócratas o clérigos, ahora políticos electos.
Desde que existe el voto, se compra. Barato: una argentina, descendiente de emigrantes, afirma que le ofrecieron 40 euros por el suyo en las elecciones gallegas.
La base del sistema público español no es la democracia, sino el enchufe y su voto cautivo: todo el mundo se debe favores, un trabajo, un cargo para jubilarse. Quien no tiene padrino no se bautiza.
Fabra no que sea más caradura o corrupto que los demás políticos; simplemente es más fatuo y charlatán.
Sr. Molares:
Tiene Vd. un esquema perfectamente definido en sus comentarios: una referencia a un asunto de actualidad, una ampliación de sus antecedentes, una relación con asuntos de índole similar en otros tiempos o lugares y tras la concatenación de todas las partes una conclusión más o menos explícita.
Se puede decir de sus anotaciones que son redondas, lógicas, sin aristas. Así, querido amigo, es muy difícil participar, por eso cuando me atrevo a hacerlo suelo preferir las tierras de Úbeda, incluso sin cerros.
Decir sí o no como nos enseñaba la Santa Madre Iglesia, es muy aburrido. No se debe ser tan perfecto.
Publicado por: Cornelius | viernes, 27 febrero 2009 en 19:22