En los últimos años del franquismo era mucho más fácil conseguir en España textos de Marx y de Mao que “Camino de Servidumbre” de Frederich A. Hayek, el economista liberal tachado de reaccionario por el progresismo de entonces porque rechazaba la planificación socialista.
Todo antifranquista debía despreciar al hereje Hayek sin conocerlo y alabar, como mínimo, el comunismo corporativista de la Yugoslavia de Tito. Nadie observaba que la planificación que proponían los distintos marxismos se parecían mucho más al falangismo joseantoniano que a las economías de las democracias.
Hayek, economista austríaco (1899-1992) que había sido socialista fabiano, fue un notable antinazi durante su estancia en Londres desde 1931, y en EE.UU. después. Volvió a su país en 1969 y recibió el Nobel de Economía en 1974.
En la crisis actual el Gobierno español trata de acogerse a las teorías de su rival Keynes, un intervencionista amante de elevar los impuestos. Hay quien propone incluso volver a la planificación enemiga del liberalismo.
Arquetipo de ese liberalismo, Hayek no defendía un mercado del “laissed-faire”, sino que proponía la vigilancia estatal para defender la libre competencia, algo que se abandonó últimamente en EE.UU., lo que facilitó el desastre.
La prosperidad, decía el economista austríaco, se conquista con libre competencia y reducción de impuestos, pero parece que EE.UU. no lleva ese camino al anunciar que resucitará cierto proteccionismo.
Hay otros gobiernos que vuelven a releer a Hayek, odiado sobre todo porque en su veintena de libros, como el popular “Camino de Servidumbre” (1944), anunciaba el fracaso del socialismo intervencionista y denunciaba el terror en los paraísos del proletariado.
El progresismo español, que odiaba a Hayek porque acusaba por igual al socialismo real y al fascismo-nazismo, nunca se familiarizó con el liberalismo, y sigue sin conocerlo.
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CARDENALA DE LA VEGA
Fue inolvidable la imagen de la vicepresidenta De la Vega a mediados de la semana pasada vestida de morado, emulando a los cardenales vaticanos, durante la visita de un verdadero cardenal, Tarsicio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI.
En uno de sus artículos más geniales Jon Juaristi aplica la semiótica para desmenuzar la razón por la que Teresa Ferández de la Vega se viste de cardenala -Aído dirá que la RAE debe recoger el palabro-- de la nueva religión que pretende instaurar este Gobierno.
Pínchese el enlace:
"Hayek, el economista liberal tachado de reaccionario por el progresismo de entonces porque rechazaba la planificación socialista".
El progresismo de hoy ni lo conoce.
Publicado por: spartan | domingo, 08 febrero 2009 en 22:16