En los años 1980, los de la “Movida” que consagró mundialmente a Pedro Almodóvar, el New York Times alabó a José Miguel Monzón Navarro, El Gran Wyoming, que ridiculizaba la España pazguata y beatona con humor desinhibido y joven, fruto de la democracia tras los oscuros años del franquismo.
Pero casi un cuarto de siglo después ni el New York Times, ni España, ni Wyoming, el Estado de las grandes llanuras en el centro de EE.UU., con la mitad de la superficie de España y solamente 530.000 habitantes, ni el humor del Gran Wyoming son los mismos.
El periódico perdió parte del rigor que lo caracterizaba, España únicamente recuerda del pasado sus guerras civiles donde sólo hay unos malos, Wyoming sigue teniendo como capital la pequeña y pintoresca Cheyenne, casi sin indios, y El Gran Wyoming se ha quedado sin gracia.
Antes escarnecía con vocabulario rico e imaginación los vicios y defectos de la derecha y de los católicos en parodias creíbles y frecuentemente brillantes, pero poco a poco derecha y católicos se amoldaron a la modernidad: quedan pocos rastros de la derechona, que ahora encumbra divorciadas y madres solteras, inseminadas artificialmente, como María Dolores de Cospedal o protectoras de transexuales y gays, como Esperanza Aguirre.
Monzón-Wyoming no evolucionó. Siguió viendo la derecha como la que salía del franquismo y a sus obispos saludando a la romana, lo que, contrastado con la realidad, ya no tiene gracia.
Su lenguaje imaginativo es ahora “escandalidativo”: gritos, provocaciones, groserías malhumoradas y palabras malsonantes que hacen reír solamente a los amantes de la escatología marrón. Frente a él Chiquito de la Calzada resulta genial, y como crítico social, más creíble.
El Gran Wyoming perdió frescura, talento y gracia: una desgracia.
D. Manuel, de nuevo Chapeau.
Publicado por: RamónS | jueves, 19 febrero 2009 en 18:13