Cuando fotografiaron a Fidel Castro en un hospital habanero en el que estuvo a punto de morir, en 2006, vestía chándal, con sudadera y pantalón de la marca alemana Adidas.
La semana pasada recibió a la presidenta de Chile, Michelle Bachellet, y apareció con sudadera Adidas, pero con pantalón de su archirrival, la multinacional estadounidense Nike.
Numerosos comentaristas creen que Fidel es un hortera, pero no: en los países comunistas, en los totalitarios, en los que la iconografía es el mensaje, los dirigentes envían señales cifradas sólo distinguibles e interpretables por quienes “entienden” sus claves.
En lenguaje gay “entender” es saber qué se busca, qué se quiere decir; es igual al de los políticos y diplomáticos, que transmiten señales secretas expresando sus intenciones a sus contrapartes: sus deseos no se hacen públicos, sino que se ocultan en el armario para no sufrir posibles desengaños humillantes.
Castro sintió que moría cuando lo sometieron a varias operaciones que lo obligaron a dejarle a su hermano Raúl la jefatura del Estado. Grave renuncia para quien cree encarnar Cuba, igual que Chávez dice ahora que él ya no existe, sino que Venezuela ocupó su cuerpo.
En aquel momento Fidel pensó que iba a dejar a su país desamparado, apartado del mundo más rico, y que no le convenía aislarse poniéndose una guayabera con el lema “¡Socialismo o muerte, venceremos!”.
Por eso se hizo hombre-anuncio de la multinacional alemana ofreciéndose a la UE: “Formemos equipo Cuba y Europa contra Bush, representado por Nike”: Rodríguez Z, picó, y lo apoyó.
Ahora, Fidel corteja a Obama con la multinacional imperialista: “Mira mis pantalones Nike: en Cuba estamos dispuestos a hacer igual con tus otras empresas”. Fidel Castro está pidiéndole atención y ayuda a EE.UU.
Amigo Obama: ¿entiendes?
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