Los ecologistas seráficos y la izquierda romántica deberían justificar públicamente la escena de sus compañeros de progresía, el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, y el juez Baltasar Garzón, armados, azuzando perros y criados, pobres de pueblo llamados eufemísticamente secretarios, para practicar caza mayor.
Compadres de monterías persiguiendo bambis cuando ya tienen astas, como hacían Franco y los conseguidores de “La escopeta nacional”, de Berlanga. Luego, le sacaban fotos a sus bigotillos apareciendo entre grandes cuernos.
Ridiculizar aquellas imágenes servía para escarnecer el régimen. Aunque la caza existe desde que hay vida humana. Pero en los últimos siglos matar grandes mamíferos era pasión y casi monopolio de reyes, aristócratas y clases poderosas, desde luego no de socialistas.
Y estas monterías del ministro socialista, el juez que fue diputado y alto jerarca del Ministerio de Justicia e Interior socialista, junto con una fiscal y un superpolicía filosocialistas, tienen más mensaje que el que transmite el Partido Popular al denunciar que le disparan conjuntamente, como en un nuevo 11M electoral.
Es importante el significado psico y sociológico de estos cazadores que exhiben orgullosamente sus trofeos abatidos en una muestra de poder y testosterona.
Bermejo, al fin y al cabo, es hijo de un jerarca falangista que fue alcalde de Arenas de San Pedro, Ávila, y que quizás acompañó alguna vez a su Caudillo a abatir ciervos y otros grandes rumiantes.
Pero Garzón viene de familia muy humilde, de caza menor, conejillos, alguna perdiz y ratas como las que novelaba Delibes.
Ahora es un juez estrella y va de grandes monterías, como los conseguidores derechistas, los aristócratas y los multimillonarios: el triunfo de un pobre que ha trepado hasta la clase social que envidiaba, que se ha acercado a gentes de alcurnia que lo toleran, pero sólo porque le temen.
Algún día quizás consiga encarcelar a Aznar por apoyar a EE.UU. en la guerra de Irak: será su mejor caza mayor, el gran trofeo de su vida.
Participar en una montería es muy caro, puede llegar a costar entre 1.000€ y 4.000€, ( o mas, contando gastos de munición, desplazamiento, equipo
etc).
Un alto funcionario, contando que perciba los máximos complementos de destino, función y demás, no llega nunca a los 6.000 € mensuales, netos.
Resulta milagrosa una economía doméstica que es capaz de soportar una media de 30 ó más monterías por temporada con estos ingresos.
En estas condiciones, es de intuir que el funcionario en cuestión percibe cuantiosos ingresos extra oficiales cuyo origen y limpieza sería necesario investigar.
También podría ocurrir que el beneficiario de estas monterías siempre asistiera como invitado a las mismas; sin embargo, la ley es muy clara en lo que respecta a la aceptación de regalos por parte del funcionario; otro campo, sin duda, abierto a una investigación rigurosa, pues como dice el conocido refrán "el que toma, a dar se obliga" y un funcionario, sin duda alguna, puede corresponder muy generosamente a "atenciones" tan sigulares y costosas.
Si a las costosas monterías anteriormente citadas , se unen copiosos banquetes en los mejores restaurantes, con bandejas de finos mariscos, jamón 5Js, caviar iraní,y vinos de grandes reservas habrá que concluir que son muchas las preguntas que deben contestarse y las justificaciones a ofrecer para que la famosa mujer de Cesar no parezca tan P--A como seguramente es.
Publicado por: F.J. | sábado, 14 febrero 2009 en 18:37